jueves, 6 de noviembre de 2025

En pleno siglo XXI, vivimos en un mundo lleno de desigualdad económica. Mientras algunos disfrutan de lujos inimaginables, millones luchan cada día por cubrir sus necesidades básicas. Pero, ¿cómo se manifiesta realmente esta desigualdad económica?

Aquí desgranamos 7 ejemplos reales que evidencian lo profunda que es la desigualdad en diferentes partes del mundo. ¡Prepárate para abrir los ojos!

Según Naciones Unidas, la desigualdad económica es el desequilibrio en la distribución de bienes, ingresos y recursos entre personas, sociedades o países. Dicho de otra manera: mientras unos acumulan riquezas inimaginables, otros no tienen acceso ni a lo esencial.

Un dato demoledor: el 10% más rico del planeta controla el 76% de la riqueza global. Esta concentración de recursos no solo perpetúa la pobreza, sino que también amenaza los derechos humanos, la paz y los esfuerzos para construir un futuro sostenible. Reducir esta brecha es clave, y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 10 busca precisamente eso.

Hablemos de cifras impactantes: el 1% de la población mundial controla más del 80% de la riqueza. Es decir, mientras unos pocos disfrutan de yates y jets privados, alrededor de 700 millones de personas viven con menos de 2 dólares al día. Este nivel de desigualdad no solo es inmoral, sino que también frena el progreso global.

Año tras año, las mujeres enfrentan una brecha salarial que parece imposible de cerrar. A nivel mundial, ganan un 23% menos que los hombres por el mismo trabajo. ¿Te imaginas trabajar todo el año y que solo te paguen hasta octubre? Esa es la realidad para millones de mujeres.

En Noruega, el ingreso promedio anual supera los 70.000 dólares, mientras que en Burundi apenas llega a 300 dólares. La brecha entre países desarrollados y en desarrollo no solo se mide en dinero, sino también en acceso a educación, salud y tecnología.

https://ayudaenaccion.org/blog/derechos-humanos/ejemplos-desigualdad-economica/


 

 Montesquieu —  Nada de nuevo tienen vuestras doctrinas para mi, Maquiavelo; y si experimento cierto embarazo en refutarlas, se debe no tanto a que ellas perturban mi razón, sino a que, verdaderas o falsas, carecen de base filosófica. Comprendo perfectamente que sois ante todo un hombre político, a quien los hechos tocan más de cerca que las ideas. Admitiréis, empero, que, tratándose de gobiernos, se llega necesariamente al examen de los principios. La moral, la religión y el derecho no ocupan lugar alguno en vuestra política. No hay más que do palabras en vuestra boca: fuerza y astucia . Si vuestro sistema se reduce a afirmar que la fuerza desempeña un papel preponderante en los asuntos humanos, que la habilidad es una cualidad necesaria en el hombre de Estado, hay en ello una verdad de innecesaria demostración; pero si erigís la violencia en principio y la astucia en precepto de gobierno, el código de la tiranía no es otra cosa que el código de la bestia, pues también los animales son hábiles y fuertes y, en verdad, solo rige entre ellos el derecho de la fuerza brutal. No creo, sin embargo, que hasta allí llegue vuestro fatalismo, puesto que reconocéis la existencia del bien y del mal.

    Vuestro principio es que el bien puede surgir del mal , y que está permitido hacer el mal cuando de ello resulta un bien. No afirmáis que es bueno en sí traicionar la palabra empeñada, ni que es bueno emplear la violencia, la corrupción o el asesinato. Decís: podemos traicionar cuando ello resulta útil, matar cuando es necesario, apoderarnos del bien ajeno cuando es provechoso. Me apresuro a agregar que, en vuestro sistema, estas máximas solo son aplicables a los príncipes, cuando se trata de sus intereses o de los intereses del Estado. En consecuencia, el príncipe tiene el derecho de violar los juramentos, puede derramar sangre a raudales para apoderarse del gobierno o pera mantenerse en él; le es dado despojar a quienes ha proscrito; abolir todas las leyes, dictar otras nuevas y a su vez violarlas; dilapidar las finanzas, corromper, oprimir, castigar y golpear sin descanso.

Maurice Joly

 El genocidio que el mundo decidió olvidar

Durante setenta y cinco años, el Congo fue el infierno en la tierra.
Bajo el dominio del rey Leopoldo II de Bélgica, millones de hombres, mujeres y niños fueron esclavizados, mutilados y asesinados para enriquecer a una monarquía que se autodenominaba “civilizadora”.
Se calcula que diez millones de personas —la mitad de la población del país— murieron durante ese periodo. Sin embargo, este crimen apenas figura en los libros de historia.
¿Por qué el genocidio del Congo no ocupa en la memoria mundial el mismo lugar que el Holocausto?

1. El crimen perfecto del colonialismo

El Holocausto fue juzgado.
Hubo juicios, culpables, documentos, películas, memoriales. El mundo vio los campos de concentración y reconoció el horror.
El genocidio del Congo, en cambio, fue un crimen sin juicio.
El colonialismo nunca se sentó en el banquillo de los acusados; se transformó en “misión civilizadora”, luego en “cooperación”, después en “inversión extranjera”.
El verdugo cambió de nombre, pero nunca soltó el látigo.

2. El silencio como política de Estado

Tras la independencia del Congo en 1960, Bélgica destruyó archivos, ocultó cifras, manipuló fotografías.
Durante generaciones, los manuales escolares europeos presentaron a Leopoldo II como un “benefactor” que llevó hospitales y escuelas a África.
El resultado fue una amnesia colectiva cuidadosamente planificada.
El silencio se convirtió en una forma de absolución.

3. Las víctimas que el mundo no quiso ver

El racismo también selecciona qué tragedias merecen lágrimas.
El Holocausto conmovió a Occidente porque sus víctimas eran europeas, blancas, parte de la “civilización” que se miraba a sí misma en el espejo.
El Congo, en cambio, quedaba lejos.
Los muertos eran negros, y por tanto, para la mentalidad colonial, no eran plenamente humanos.
Por eso el dolor africano no tuvo cámaras, ni juicios, ni memoriales. Solo selvas llenas de huesos.

4. El saqueo continúa

Recordar el genocidio del Congo sería recordar que el saqueo nunca terminó.
El caucho y el marfil de ayer son hoy el cobalto, el coltán y los diamantes que alimentan la tecnología moderna.
Los celulares, las baterías y los autos eléctricos del mundo desarrollado siguen construyéndose con la riqueza arrancada del subsuelo congoleño, muchas veces por manos infantiles.
Admitir el genocidio sería admitir que el colonialismo sigue vivo, disfrazado de mercado global.

5. La memoria incómoda de Europa

Alemania asumió —aunque parcialmente— la culpa del Holocausto.
Bélgica, en cambio, aún se debate entre la vergüenza y la negación.
El rey Felipe expresó hace poco su “profundo pesar”, pero sin pedir perdón ni ofrecer reparación. Mientras tanto, las estatuas de Leopoldo II siguen en pie, custodiadas por la indiferencia.
Europa no ha hecho su duelo porque hacerlo implicaría reconocer que su prosperidad nació del sufrimiento ajeno.

6. Lumumba y la voz que rompió el olvido

Cuando Patrice Lumumba habló el día de la independencia del Congo, no solo denunció la opresión, sino también el silencio.
Su discurso fue una exigencia de memoria.
Dijo ante el rey Balduino:

> “Hemos conocido los golpes, las ironías, las humillaciones… porque éramos negros.”
Y en esa frase resumió un siglo de horror que Europa se negaba a mirar.

Por decir la verdad, fue asesinado.
Porque la verdad, cuando hiere al poder, se convierte en blasfemia.

Epílogo

El Holocausto se recuerda como un abismo de la humanidad.
El Congo, en cambio, sigue siendo una herida oculta bajo el polvo colonial.
Pero la historia no olvida para siempre.
Cada vez que se nombra a Lumumba, a los mutilados del caucho, a los niños sin manos, la memoria se abre paso entre las ruinas.

El genocidio del Congo no tiene monumentos de mármol, pero tiene algo más poderoso: la verdad esperando ser dicha.
Y mientras esa verdad exista, ningún imperio estará a salvo del juicio de la historia.


 

 One Piece: De serie de aventuras a movimiento cultural


Cuando One Piece apareció en 1997, pocos podían anticipar que aquel manga sobre un chico de sombrero de paja que soñaba con ser rey de los piratas trascendería el papel para convertirse en un fenómeno cultural global. Hoy, más de dos décadas después, One Piece no es solo una historia; es un movimiento que comunitariamente ha moldeado valores, imaginarios y formas de consumo cultural en millones de personas alrededor del mundo.

1. La travesía como ideología

La historia de Luffy y los Sombrero de Paja sostiene un principio vital: la vida es una aventura construida con otros. Este elemento, lejos de ser infantil, resuena con una generación huérfana de proyectos colectivos. Mientras el neoliberalismo promovía el individualismo competitivo y la autoexplotación como camino hacia el “éxito”, One Piece proponía otra narrativa: crecer en comunidad, proteger los sueños ajenos y oponerse a toda forma de opresión.

En ese sentido, One Piece funciona como contracultura. No es casual que los protagonistas sean piratas —parias, ilegales, disidentes del orden establecido—. El manga invita a cuestionar la autoridad, la moral oficial y los valores que se normalizan desde el poder. La Marina, el Gobierno Mundial y los Dragones Celestiales simbolizan sistemas injustos legitimados por siglos, mientras los piratas luchan por libertad, dignidad y verdad. Para muchos fans, esta es una escuela de pensamiento crítico envuelta en humor y batallas épicas.

2. El poder de la comunidad global

Hablar de One Piece como movimiento implica hablar de su comunidad. No solo se consumen el manga y el anime; se discute, se teoriza, se memea, se crean eventos, cosplay, música, filosofía y hasta solidaridad. Ser parte del fandom es casi ser ciudadano de un archipiélago imaginario que une a personas de idiomas, edades y culturas distintas bajo un mismo ideal: seguir buscando el “One Piece”, que en el fondo es la realización de un sueño personal.

Este movimiento ha redefinido lo que significa ser fan. No es pasivo. Participa, crea contenido, corrige traducciones, analiza simbolismos y hasta organiza donaciones e iniciativas sociales inspiradas en los valores de la serie. One Piece enseñó que se puede “zarpar” juntos desde pantallas y redes sociales, formando tripulaciones digitales que se sienten reales.

3. Resistencia emocional

A diferencia de muchos productos culturales contemporáneos cargados de cinismo, One Piece reivindica la esperanza. Eiichirō Oda construyó una épica que mezcla dolor y humor, trauma y ternura, pero siempre con la certeza de que vale la pena seguir luchando. En un mundo con crisis económicas, guerras, depresión y desconfianza institucional, la obra actúa como refugio emocional y recordatorio de que la amistad, la lealtad y los sueños siguen siendo brújulas posibles.

Para miles de personas que crecieron con la serie, One Piece se convirtió en un compañero de vida: estuvo durante primaria, secundaria, universidad, trabajos, duelos y cambios personales. La separación entre ficción e identidad se volvió borrosa: sus personajes influenciaron decisiones, valores y perspectivas. Esa huella emocional es el sello de los movimientos culturales profundos.

4. La estética y el mito

One Piece también generó una estética reconocible: barcos fantásticos, islas con reglas absurdas, frutas del diablo que otorgan poderes simbólicos, humor surrealista, referencias históricas y mitologías fusionadas. Esta estética cruzó el umbral del entretenimiento y se volvió mito moderno. Así como en el pasado las culturas tenían epopeyas que moldeaban imaginarios colectivos —La Odisea, El Ramayana, Las Mil y Una Noches—, hoy One Piece ocupa un lugar semejante en la mitología pop del siglo XXI.

Conclusión: El tesoro no está al final, sino en el trayecto

Llamar One Piece un “movimiento” no es exagerado. Ha formado una comunidad global, alimentado pensamiento crítico, inspirado valores de cooperación, resistencia y dignidad, y acompañado emocionalmente a generaciones completas. Su “tesoro” no es solo lo que espera al final de la historia, sino lo que ha construido en millones de personas: una red de soñadores, inconformes y aventureros que encontraron un espejo para sus propias búsquedas.

Tal vez el verdadero One Piece ya existe —y no está en el manga, sino en quienes, al igual que Luffy, siguen avanzando pese al miedo, la injusticia o la incertidumbre. Es el recordatorio de que cambiar tu mundo, por pequeño que sea, ya es un acto de piratería contra el destino impuesto.

 


¿Regresar al PRI o al PAN? ¿Neta? – 

Hay ideas tan estúpidas que uno pensaría que vienen con manual de advertencia. Una de ellas es esta joya que escucho cada vez más:
“Deberíamos regresar al PRI o al PAN, antes estábamos mejor.”

¿Mejor cuándo?
¿Cuando el país parecía escena de The Walking Dead pero sin presupuesto para maquillaje?
¿Cuando te acostumbraste a ver cuerpos colgados de puentes como si fueran focos navideños?

La memoria colectiva en México es tan frágil que debería venir con etiqueta:
“Cuidado: se borra con la primera cadena de WhatsApp.”

Calderón: el tipo que declaró una guerra que nadie le pidió

Felipe Calderón no “controló” la violencia.
La exportó, la importó, la recalentó, la duplicó y la sirvió con totopos.

Su sexenio fue básicamente esto:
“¿Ven este país? Está jodido… ¿y si le metemos tanques?
¿Qué es lo peor que podría pasar?”

Resultado:

Más de 120,000 muertos.

Cárteles multiplicados como gremlins mojados.

Fosas clandestinas como atracción turística macabra: “Venga, encuentre a su desaparecido”.

Pero claro, “con Calderón vivíamos mejor”.
Sí, si eras fabricante de ataúdes.

Peña Nieto: maquillaje, holograma y podredumbre

Luego llegó Peña Nieto, el Ken de Atlacomulco, con su eslogan “Mover a México”.
Lo movió, sí: del cinismo al descaro olímpico.

Su estrategia de seguridad era como su copete: pura apariencia, sin sustancia.
Hizo lo que todo mal político hace cuando no sabe gobernar: maquilló cifras.
¿La violencia bajó? No. Bajó el Excel.

Mientras tanto:
Ayotzinapa, Tlatlaya, la Casa Blanca, Odebrecht.
Era como ver la secuela de corrupción del PRI pero con mejores cámaras HD.

Y aun así hay quien dice:

> “Con Peña Nieto había más estabilidad.”
Claro, porque cuando escondes el cadáver debajo de la alfombra, la sala se ve limpia… hasta que huele.

La pobreza: el negocio favorito del PRI y PAN

PRI y PAN no combatieron la pobreza; la administraron como franquicia.
El pobre era cliente electoral, no ciudadano.

Con Calderón la pobreza creció.
Con Peña maquillaron estadísticas para presumir reformas.

Pero algunos insisten:

> “La gente tenía más dinero.”
Sí, los de siempre: políticos, televisoras, contratistas y compadres con licitaciones infladas.


El mexicano promedio tenía lo mismo:
salario miserable, deudas y un “échale ganas” estampado en la frente.

¿Entonces por qué quieren regresar?

Porque el mexicano sufre un síndrome peligroso:
Nostalgia por sus verdugos.

Como el que extraña a su ex tóxica porque “al menos me hablaba”.
Sí, te hablaba… mientras vaciaba tu cuenta.

La gente olvida porque así fue educada:
No a pensar, sino a obedecer y a cambiar convicciones como calcetines.

Volver al PRI o PAN es como esto:

Curarte cirrosis con tequila.

Apagar un incendio con gasolina.

Volver con el ladrón porque “antes no me pegaba tan fuerte”.

La memoria es el verdadero antídoto

No se trata de canonizar a nadie del presente —todos deben ser vigilados—
pero volver a los que ya nos jodieron es demencia histórica.

Si México no recuerda quién empapó de sangre las calles
y quién convirtió la corrupción en ADN gubernamental,
entonces no aprendimos nada.

El pasado está ahí para enseñarte, no para volver a vivirlo como serie repetida.

Conclusión breve para el que no entiende con texto largo:

¿Regresar al PRI o al PAN?
Es como si te hubieran asaltado, golpeado y escupido…
y tú dijeras:
“Ojalá regrese el asaltante, con él me sentía más seguro.”

 Menores y delitos graves: justicia, responsabilidad y percepción social


Cuando hablamos de menores de edad y delincuencia, la primera impresión que muchos tienen es de alarma: “¡Los jóvenes están fuera de control!”. Pero la realidad estadística nos dice otra cosa: la gran mayoría de los menores no comete delitos. La percepción de que todos los jóvenes son proclives a robar, agredir o incluso matar es una construcción mediática y social, más que un reflejo de la realidad.

Los datos en México lo confirman. En 2023, los adolescentes fueron responsables de un pequeño porcentaje de delitos: lesiones, robos, amenazas y abuso sexual fueron los más frecuentes, pero representan solo una fracción del total de la delincuencia. Los homicidios cometidos por menores son excepcionales, aunque impactan profundamente porque conmocionan a la sociedad y a los medios de comunicación.

Entonces, ¿por qué se les trata con un régimen legal más indulgente? La respuesta está en la idea de que los menores están en desarrollo, que aún no tienen plena capacidad de discernimiento y que pueden rehabilitarse. Por eso, la legislación suele imponer medidas de reintegración y protección, en lugar de castigos severos. Esta visión protege a la mayoría, pero ¿qué pasa con los casos graves de homicidio, violación o agresión extrema?

Aquí surge un dilema ético y social. Por un lado, los menores merecen protección y oportunidades de rehabilitación; por otro, las víctimas y la sociedad requieren justicia proporcional. Un homicidio cometido con dolo, o una violación perpetrada deliberadamente, son actos de gran gravedad que no deberían recibir un tratamiento leve solo por la edad del agresor. La justicia debe reflejar la magnitud del daño causado y enviar un mensaje claro sobre responsabilidad y consecuencias.

No se trata de aplicar “mano dura” indiscriminada, sino de diferenciar los casos:

Menores que delinquen por impulso o bajo presión de su entorno deben recibir acompañamiento, rehabilitación y medidas restaurativas.

Menores que cometen delitos graves de manera deliberada, con medios peligrosos y conscientes de sus actos, deben enfrentar sanciones que reflejen la seriedad de su conducta, siempre respetando su derecho a un debido proceso y considerando su potencial de rehabilitación.


Este enfoque equilibrado cumple tres objetivos: protege a la sociedad, garantiza justicia a las víctimas y reconoce que los menores, aunque vulnerables, también pueden ser responsables de actos graves. Ignorar esta distinción crea un riesgo de impunidad y desprotege a quienes sufren el daño, mientras que aplicar medidas severas a todos los menores sería injusto y contraproducente.

En conclusión, la mayoría de los menores no delinque y deben ser tratados con cuidado y protección. Pero los casos excepcionales de delitos graves requieren un enfoque distinto: justicia proporcional, sanciones adecuadas y programas de rehabilitación serios. Solo así se puede equilibrar la ética, la ley y la seguridad social, reconociendo que no todos los menores son iguales, pero tampoco sus actos deberían ser tratados de la misma manera.

 Federico García Lorca: El canto de la libertad y la tragedia

Federico García Lorca (1898-1936) fue un poeta y dramaturgo español cuyo genio artístico combinó la musicalidad del lenguaje, la riqueza simbólica y una profunda sensibilidad hacia la injusticia y la marginación. Nacido en Fuente Vaqueros, Granada, Lorca desde joven mostró un talento excepcional para la literatura, la música y las artes escénicas, convirtiéndose en uno de los pilares de la llamada Generación del 27.

Su obra refleja un universo en el que la vida y la muerte, la pasión y la opresión, la libertad y la fatalidad conviven de manera intensa. En su poesía, Lorca canta al amor y al dolor, a la naturaleza y al espíritu humano, explorando con delicadeza la belleza de lo cotidiano y la tragedia de lo prohibido. Obras como Romancero gitano y Poeta en Nueva York revelan su habilidad para fusionar tradición y vanguardia, creando un lenguaje que es a la vez lírico y profundamente crítico.

Lorca no fue un creador aislado: su sensibilidad social lo acercó a los marginados, los oprimidos y los perseguidos. En sus dramas, como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba, denuncia la represión de la mujer, la rigidez de las normas sociales y el autoritarismo que aplasta los deseos y la libertad individual. Su vida y su obra reflejan un compromiso ético implícito: el arte como acto de resistencia, como forma de dar voz a los silenciados y visibilizar la injusticia.

La muerte de Lorca a manos de los franquistas en 1936 convirtió su figura en un símbolo de la barbarie y, al mismo tiempo, de la resistencia espiritual y artística. Su legado perdura no solo en la calidad de sus versos y obras teatrales, sino en su capacidad de recordarnos que la libertad y la creatividad son inseparables de la dignidad humana. Lorca nos muestra que el arte puede ser un acto de coraje y que la belleza puede sobrevivir incluso en los tiempos más oscuros.

En conclusión, Federico García Lorca es un poeta de la memoria, del compromiso y de la emoción. Su voz sigue resonando como un llamado a sentir, a pensar y a resistir, recordándonos que la vida y la libertad siempre merecen ser celebradas y defendidas, incluso frente a la injusticia más cruel.

miércoles, 5 de noviembre de 2025


 

 Aunque No lo crean los chairos hijos de perra, si yo era pobre, si, y saben que, si hoy soy rico es por el esfuerzo mío y de todos nosotros que hemos servido a millones y millones de clientes, y no porque me han dado ninguna concesión, yo no he tenido ninguna concesión de parte del gobierno, la televisión se las compré, por si no saben cabrones, y les pagué 650 millones de dólares de aquella época, que era mucho, y sigue siendo mucho, no me hicieron ningún favor, tuvimos que endeudar a Elektra hasta el tope. 

Ricardo Salinas Pliego

🔪 DESMONTANDO EL DISCURSO, FRASE POR FRASE


1. “Aunque no lo crean los chairos hijos de perra: sí, yo era pobre.”

Trampa: arranca insultando para deshumanizar a quien lo critique.

Si te descalifico como “chairo hijo de perra”, ya no eres ciudadano con argumentos: eres basura.

Estrategia típica del poderoso: pegar abajo para evitar rendición de cuentas.

Además, el “yo era pobre” se usa como mito de origen heroico.

Nunca te da cifras, contexto o pruebas. Solo un cuento convenientemente vago para fabricar la imagen del “self-made man”

2. “Sí. ¿Y saben qué? Si hoy soy rico es por mi esfuerzo...”

Manipulación: convierte su éxito en prueba moral.

La riqueza se vuelve señal de “virtud” y, por ende, quien no la tiene es flojo o inferior.

Ignora la verdad incómoda:

en México nadie se vuelve multimillonario solo con esfuerzo; se vuelve con conexiones, concesiones, privatizaciones y favores del poder.

3. “...y por el de todos nosotros, que hemos servido a millones y millones de clientes.”

Glorificación empresarial barata: intenta hacerte creer que su fortuna es altruista, casi un servicio público.

Decir “hemos servido a millones” es el eufemismo perfecto para evitar la expresión honesta:

“Les hemos cobrado a millones.”

Ningún multimillonario “sirve”: monetiza.

4. “Y no porque me hayan dado ninguna concesión. Yo no he tenido ninguna concesión de parte del gobierno.”

Aquí está la mentira central.

Las televisoras, telecomunicaciones, banca, medios y expansión del grupo dependen de concesiones, permisos regulatorios y marcos legales hechos a la medida.

No hay TV abierta sin concesión estatal.

Decir esto es como que Telmex diga que su privatización fue un comentario espontáneo en una kermés.

Además, olvida mencionar condonaciones fiscales, perdones de deuda y tratos regulatorios “casuales”.

Negar lo evidente es gaslighting masivo.

5. “La televisión se las compré, por si no saben, cabrones...”

Acto de “machito empresarial”: presume virilidad financiera.

Pero omite cómo se logró esa compra y quién facilitó que él, específicamente él, estuviera en la mesa.

La privatización de medios en México no fue una subasta abierta para cualquier emprendedor con ganas.

Fue un reparto entre élites.

6. “...y les pagué 650 millones de dólares de aquella época —que era mucho, y sigue siendo mucho.”

El truco es el siguiente:

si lanza una cifra grande, impresiona.

Pero cifra grande ≠ mérito limpio.

Preguntas incómodas que evita:

¿Cuántos competidores reales había en esa compra?

¿Quién estructuró el crédito?

¿Qué condiciones políticas acompañaron la operación?

¿Cuánto del pago se recuperó con políticas regulatorias favorables después?

Una cifra aislada sirve para presumir, no para transparentar.

7. “No me hicieron ningún favor.”

Cuando alguien dice esto sin que se lo pregunten, es porque sí hubo favores.

Los millonarios no sienten la necesidad de aclarar algo que es verdad; solo defienden aquello que es vulnerable a ser desmentido.

Además, confunde “favor” con entorno legal y político diseñado para élites.

No te dan un sobre con dinero; te dan un país listo para que lo exprimas.

8. “Tuvimos que endeudar a Elektra hasta el tope...”

Esto intenta convertir una operación financiera normal para adquisiciones corporativas en una hazaña heroica.

Endeudarse para comprar un activo y luego explotarlo para pagar la deuda es el manual básico del capitalismo corporativo.

No es épica; es contabilidad con narración épica encima.

9. “...y fue gracias a Western Union —que sale por ahí— que nos dio un anticipo con el que pudimos pagar esa deuda.”

Aquí, sin querer, revela lo que intenta ocultar:

la operación no fue autosuficiente.

Si tu gran compra depende de un anticipo de un tercero, no eras el titán financiero que presume ser.

Además, desliza esta parte rápido (“que sale por ahí”) para que no pienses demasiado en que otro gigante fue quien sostuvo la operación al inicio.

10. “Pero esa es otra historia.”

No: esa es la historia que NO quiere contar.

Cuando alguien dice esto, está cerrando la puerta justo cuando el tema se pone interesante.

Es como un político diciendo: “Eso no viene al caso” cuando sabe que viene al caso y lo hundiría.

🧠 CONCLUSIÓN


Cada frase del discurso sigue un patrón:

1. Insulta para desactivar el pensamiento crítico.

2. Construye un mito heroico personal.

3. Borra el papel del Estado y de las élites en su ascenso.

4. Pone a su empresa como mártir y no como beneficiaria del sistema.

5. Cierra la puerta cuando se acerca a la verdad estructural.

Es un manual de propaganda empresarial diseñado para que el pobre lo admire y el crítico quede como “envidioso” o “resentido”.



 Contra la Cultura Media: Ensayo Militante a la Luz de Pasolini


Hay formas de dominación que se imponen con golpes, cárceles y censura. Y hay otras más eficientes, más limpias, más “democráticas”, que logran someter conciencias sin necesidad de violencia visible. Pier Paolo Pasolini denunció esta última: la cultura media de masas como el nuevo dispositivo de control social. Su advertencia, lejos de pertenecer al siglo pasado, hoy resulta urgente. No reconocerlo es permitir que el poder nos administre el pensamiento con una sonrisa.

La cultura media —esa mezcla de entretenimiento, consumo y superficialidad intelectual— no surge para emancipar a nadie. Su función, como sostenía Pasolini, es uniformar, nivelar hacia abajo, reducir la complejidad humana al mínimo común denominador necesario para que todos deseemos lo mismo, opinemos lo mismo y compremos lo mismo. No forma ciudadanía: fabrica consumidores dóciles.

El viejo poder autoritario se imponía con fuerza; el nuevo se impone con seducción. No ordena: persuade. No prohíbe: distrae. No reprime: integra. Esta es la clave de su eficacia. Quien se cree libre no se rebela.

Pasolini observó que la cultura popular —la campesina, la obrera, la comunitaria— fue sustituida por una cultura media televisiva que destruyó identidades locales y formas propias de pensar. Donde antes había diversidad cultural, hoy hay un ecosistema único, estandarizado y globalizado, cuyo objetivo es borrar cualquier diferencia que pueda generar pensamiento crítico o resistencia. El lenguaje, la música, la moda, los deseos, todo converge hacia un modelo único de “persona correcta” adaptada al consumo. La pluralidad cultural no fue elevada: fue arrasada.

La corrupción que denunciaba Pasolini no era moralista: era política e intelectual. La cultura media corrompe porque sabotea la conciencia. No cuestiona la realidad: la vuelve aceptable. La injusticia se vuelve paisaje; la mercantilización de la vida, normalidad; la obediencia, virtud. Este proceso no produce ciudadanos críticos, sino individuos entrenados para confundir libertad con elegir entre productos; para confundir felicidad con entretenimiento; para confundir opinión con pensamiento.

La escuela, la televisión y hoy las redes sociales comparten un mismo proyecto: desactivar la capacidad de análisis. Nos enseñan a hablar de todo con tono de certeza, pero sin fundamento; a repetir narrativas prefabricadas; a indignarnos según la agenda del día. La cultura media no busca que la gente piense, sino que se sienta “informada”, lo cual es más peligroso: el ignorante puede buscar saber; el desinformado que cree saber ya está derrotado.

Lo más inquietante de la crítica pasoliniana es que anticipó nuestro presente: una sociedad donde la mercadotecnia reemplaza la política, los influencers sustituyen al pensamiento, y la rebeldía se vuelve mercancía. El sistema ha aprendido a vendernos incluso la “disidencia” en forma de marca. Esa es su victoria más perversa: la domesticación del espíritu rebelde.

Por eso, la lucha contra la cultura media no es elitismo intelectual; es defensa de la capacidad humana de pensar, sentir y crear por cuenta propia. No se trata de negar el acceso a la cultura, sino de exigir una cultura que no reduzca al individuo a engranaje del consumo. Una cultura que recupere la complejidad, la profundidad y el derecho a disentir. La emancipación comienza cuando desconfiamos del sentido común fabricado y recuperamos el coraje de formular preguntas incómodas.

Denunciar la cultura media es un acto político. Resistirla es un deber.
No se combate con superioridad moral, sino con criterio, estudio, arte, lectura, pensamiento crítico y organización cultural.

Pasolini no nos llamó a encerrarnos en torres de marfil, sino a defender la inteligencia colectiva. Frente a la máquina homogeneizadora, la tarea militante es clara:

– Recuperar lenguajes propios.
– Defender el pensamiento crítico como herramienta de libertad.
– Fomentar comunidades culturales autónomas.
– Desobedecer la dictadura del entretenimiento permanente.

El enemigo de hoy no viste uniforme ni levanta su brazo; nos sonríe desde pantallas. La revolución cultural contemporánea no empieza en la calle: empieza por recuperar la capacidad de pensar contra la corriente.

No hay emancipación sin conciencia. No hay conciencia sin cultura. Y no hay cultura sin conflicto.

La cultura media busca pacificarnos; nosotros debemos incomodarnos.

Ese es el primer acto de rebeldía.


🔥 La palabra como arma: el caso Chikli-Mamdani y la criminalización del disenso

En los campos de batalla modernos, las bombas son solo una parte del conflicto. La otra —más sutil, pero no menos devastadora— es el lenguaje. Lo que antes era propaganda, hoy se disfraza de “defensa moral”, de “lucha contra el antisemitismo”, o de “seguridad nacional”. En ese terreno simbólico se inscribe el ataque de Amichai Chikli, ministro israelí para la Diáspora, contra Zohran Mamdani, legislador estatal de Nueva York, a quien comparó con los autores del 11 de septiembre y tildó de “seguidor de Hamás”.

La acusación, falsa en los hechos, cumple una función precisa: asociar toda crítica al gobierno israelí con el terrorismo. No se trata de un error retórico, sino de una estrategia discursiva que ha sido sistemáticamente usada para blindar al Estado de Israel de cualquier escrutinio político. Al reducir la complejidad moral del conflicto a una dicotomía —“con nosotros o con los terroristas”—, el discurso de Chikli convierte la disidencia en amenaza existencial.

Zohran Mamdani, hijo de inmigrantes ugandeses, musulmán y socialista, ha denunciado la ocupación y el apartheid en Palestina. Su voz encarna una nueva generación de políticos estadounidenses que rompen el consenso tradicional de apoyo incondicional a Israel. No es extraño, por tanto, que se le ataque no solo por lo que dice, sino por lo que representa: la posibilidad de una izquierda estadounidense descolonizada, diversa y sin miedo de hablar de Palestina.

La comparación con el 11-S no es fortuita. Invocar ese trauma nacional sirve para activar reflejos emocionales: miedo, rabia, patriotismo. Así, el debate deja de ser político y se convierte en moral; el disidente se vuelve monstruo. Es una táctica vieja: lo que el macartismo hizo con los comunistas, hoy se hace con quienes defienden a Palestina. El método es el mismo: la palabra “terrorista” sustituye al argumento, y el miedo sustituye al pensamiento.

Este tipo de lenguaje tiene consecuencias reales. En una sociedad saturada de imágenes de violencia y propaganda, basta con una etiqueta para destruir reputaciones, aislar movimientos o justificar censuras. Mamdani no fue el primer blanco ni será el último: desde universidades hasta medios de comunicación, los defensores de los derechos palestinos son acusados de “antisemitismo” o “apología del terrorismo”. Lo irónico es que esa manipulación del lenguaje banaliza el antisemitismo real —una amenaza que sí existe— y lo convierte en un instrumento de poder.

Detrás de todo esto se esconde una batalla más amplia: la disputa por quién tiene derecho a nombrar la realidad. Si criticar a un gobierno equivale a apoyar el terrorismo, entonces solo los poderosos podrán hablar. Pero si el lenguaje se libera de ese chantaje moral, si se permite nombrar la injusticia sin miedo a la difamación, entonces el discurso vuelve a ser herramienta de emancipación.

La guerra empieza cuando se miente. La paz, cuando se vuelve a decir la verdad.
Y la verdad, en este caso, es clara: Zohran Mamdani no es terrorista; es un político que se atreve a pensar distinto.
Eso, en el mundo de los poderosos, ya es suficiente motivo para ser perseguido.

La “herencia política” en Uruapan: entre el duelo y la institucionalidad

La política mexicana ha sido históricamente un terreno donde el poder familiar y las lealtades personales han moldeado decisiones institucionales, muchas veces en detrimento de los principios democráticos. El caso reciente de Uruapan, Michoacán, en el que la viuda del alcalde asesinado, Carlos Manzo, asume su cargo, pone de manifiesto esta tensión entre legalidad, emoción social y meritocracia. La ausencia de crítica pública frente a esta sucesión plantea un dilema ético y político que merece análisis.

1. Contexto del caso

El 1 de noviembre de 2025, Carlos Manzo fue asesinado en un evento público, dejando un vacío político inmediato en Uruapan. La ley local establece que, ante la “ausencia definitiva” de un alcalde, la síndica municipal puede asumir de manera provisional, y posteriormente el Congreso designa un suplente dentro de los treinta días siguientes. En este marco, el movimiento político que lideraba Manzo propuso a su viuda, Grecia Quiroz, como sucesora.

Formalmente, la acción se ajusta al procedimiento legal; sin embargo, la rapidez del respaldo político y la ausencia de un debate público visible reflejan una práctica que se asemeja a la herencia política, un fenómeno donde los cargos públicos se transmiten por vínculo familiar más que por mérito o elección democrática.

2. La dimensión ética y política

Desde un punto de vista ético, esta sucesión plantea un conflicto entre dos principios: la solidaridad social ante el duelo y la responsabilidad institucional. Criticar la decisión puede ser percibido como insensible, ya que involucra a una familia en duelo, pero la crítica política no tiene que serlo. El núcleo de la cuestión no es la persona que asume el cargo, sino el mecanismo de asignación basado en vínculos familiares.

Políticamente, estas prácticas tienen varias implicaciones:

1. Erosión de la meritocracia: Los cargos públicos deberían ser ocupados por quienes demuestran capacidad y experiencia, no por proximidad familiar. La asignación de un cargo a un familiar directo puede debilitar la confianza ciudadana en la justicia y la igualdad de oportunidades.

2. Normalización del nepotismo: Cada caso de sucesión familiar sin cuestionamiento refuerza la percepción de que la política es un privilegio hereditario. Esto genera un efecto dominó donde el poder se concentra en ciertos linajes políticos.

3. Silenciamiento de la crítica: La presión social y moral —el miedo a ser considerado insensible frente al duelo— inhibe la discusión abierta sobre la legitimidad de la sucesión, consolidando estructuras de poder que operan sin contrapesos.

El papel de la emoción en la política

El hecho de que nadie critique la decisión no es casual. La muerte violenta de un alcalde genera un clima de shock, simpatía y solidaridad que actúa como un escudo emocional, protegiendo la sucesión familiar de cualquier cuestionamiento público. Esta dinámica refleja un fenómeno bien documentado: cuando la política se mezcla con tragedia personal, los ciudadanos y los medios tienden a priorizar la compasión sobre la deliberación institucional.

Sin embargo, la crítica puede y debe separarse del juicio sobre la tragedia personal. Señalar que un cargo se hereda y que esta práctica debilita la democracia no implica ser insensible; implica defender la integridad de las instituciones.

¿Por qué hay motivos de crítica / preocupación?

a) Debilita la meritocracia y la institucionalidad
Si un cargo electivo se da de facto a un familiar —aunque legalmente factible— corre el riesgo de que la decisión dependa menos de competencia, de procesos democráticos transparentes, y más de relaciones personales o familiares. Ese tipo de práctica erosiona la confianza en que la función pública sea por capacidad, no por vínculo.
En este caso, Quiroz no tenía experiencia electoral destacada ni había sido elegida por voto para ese puesto previamente. 

b) Cultura del poder transmitido familiarmente
Cuando se ve que un puesto público “queda” en la familia del político fallecido, se activa una lógica que puede parecer monárquica o dinástica: “el puesto se queda en el clan”. Eso puede inhibir la renovación, el pluralismo y abrir paso al nepotismo.
En este caso, el hecho de que el movimiento del esposo proponga a su viuda como relevo refuerza esa percepción.

c) Falta de crítica visible
Que “al parecer nadie crítica esto”, como tú decías, también es relevante: la normalización de este tipo de sustituciones facilita que se repitan sin que se dé espacio a la concurrencia de otras opciones, al debate público sobre legitimidad democrática, y al escrutinio ciudadano. En el caso de Uruapan, la velocidad del proceso y la adhesión política mayoritaria funcionan como barrera para una oposición real o una democracia más plural.
Por ejemplo, aunque la ley exige que el suplente cumpla capacidades, el impulso hacia Quiroz está mediado fuertemente por su vínculo familiar y el movimiento político preexistente. 

d) Contexto de violencia y urgencia política
El contexto en que ocurre —el asesinato de un alcalde en un estado con alta violencia — añade otra capa de complejidad: es un municipio en situación de crisis, lo que puede justificar cierta urgencia institucional. Pero esa urgencia también puede ser utilizada para saltarse procesos más abiertos de deliberación o de participación ciudadana. En la coyuntura de violencia, lo “rápido” puede primar sobre lo “legítimo desde el día uno”.
Por ejemplo, Manzo era conocido por enfrentarse al crimen organizado, lo que le daba visibilidad y respaldo popular. 

¿Por qué podría “pasar desapercibido” o sin mayor crítica?

Movimientos políticos independientes y liderazgos personales: Al tratarse de un movimiento independiente (“Movimiento del Sombrero”), fuera de los partidos tradicionales, puede haber menos vigilancia institucional y más margen para operar dinámicas personales.

Legalidad cumplida formalmente: Si se ajusta el proceso al marco legal (síndica asume, Congreso designa), la crítica tiende a debilitarse porque el mecanismo “está dentro de la ley”. En efecto, los artículos correspondientes explican el procedimiento. 

Contexto de emergencia: En situaciones de crisis, la gente tiende a priorizar estabilidad, continuidad, y puede aceptar una transición que de otro modo cuestionaría. Aquí la muerte del alcalde produce un vacío que muchos quieren llenar rápido para evitar mayor desorden.

Falta de difusión o debate público profundo: Finalmente, quizá no se ha generado aún un debate social amplio sobre esta sucesión como “hereditaria”, lo que permite que transcurra sin grandes protestas específicas sobre ese punto.

Hay elementos preocupantes en que la viuda de Manzo asuma su cargo, respecto a los principios democráticos de igualdad de oportunidades, transparencia, y pluralismo político.

No significa que esté “prohibido” que ella asuma —la ley lo permite— pero sí que la lógica de herencia política merece escrutinio crítico.

Es comprensible que en el contexto de violencia y urgencia local esa opción sea vista como viable o hasta necesaria, pero justamente por eso es cuando más necesario es que la comunidad y los medios exijan transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana.

Que no haya aún una fuerte crítica visible no la convierte en aceptable automáticamente; más bien puede ser una señal de que las dinámicas de poder están funcionando sin contrapesos adecuados, lo cual a largo plazo es peligroso para la salud democrática del municipio.

 Violencia contra alcaldes en México: un fenómeno histórico magnificado políticamente


En México, la violencia contra funcionarios locales no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de un gobierno en particular. Los asesinatos de alcaldes, regidores y síndicos han ocurrido de manera sistemática durante las últimas décadas, reflejando tanto la debilidad institucional en muchos municipios como la penetración del crimen organizado en la política local. Sin embargo, la cobertura mediática y las narrativas políticas tienden a magnificar estos hechos cuando conviene a determinados intereses.

Durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), su famosa “guerra contra el narcotráfico” dejó un saldo alarmante: al menos 28 alcaldes fueron asesinados. Bajo Enrique Peña Nieto (2012-2018), la violencia contra autoridades locales continuó, con alrededor de 16 a 20 alcaldes asesinados, sin contar los ataques a regidores y candidatos. En el actual sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), se han registrado al menos 18 alcaldes asesinados, más decenas de regidores y síndicos. Las cifras muestran que, aunque la violencia fluctúa, su presencia es constante y transversal a gobiernos de distintos colores políticos.

La diferencia, sin embargo, radica en cómo se perciben y se presentan estos hechos. Casos recientes como el asesinato de Carlos Manzo se convierten en símbolos de una supuesta “crisis de gobernabilidad” atribuida a la administración actual, mientras que hechos similares en sexenios anteriores reciben menor atención o son rápidamente olvidados. La narrativa de la derecha y de ciertos medios selecciona los hechos que convienen para responsabilizar a Sheinbaum o al gobierno federal, omitiendo el contexto histórico y la continuidad del fenómeno.

Este fenómeno revela un patrón más profundo: la violencia política en México es estructural, y su instrumentalización política convierte tragedias individuales en herramientas de propaganda. Comprender esta dinámica es fundamental para separar la indignación legítima por hechos violentos de la manipulación política que busca capitalizar esa indignación. La historia demuestra que la violencia contra autoridades locales no es exclusiva de un gobierno ni indica necesariamente la pérdida de gobernabilidad; más bien, evidencia la necesidad de fortalecer las instituciones y combatir la impunidad que ha permitido que estos crímenes se repitan sexenio tras sexenio.

 “Una mujer indefensa”: machismo disfrazado de preocupación


Ah, sí. “Una mujer indefensa”. Qué descubrimiento. Gracias, señor presidente de Miss Universo, por iluminar a la humanidad: si una mujer se enfrenta a alguien más fuerte, automáticamente se convierte en un ser sin derechos, sin agencia, sin poderes especiales. Qué conveniente, ¿no? Nunca se nos habría ocurrido. Porque claro, los hombres somos los héroes por naturaleza y las mujeres… bueno, ellas solo están para que las protejamos y les digamos lo frágiles que son.

Nadie parece notar lo absurdo. Los conductores de televisión asienten con la cabeza, como diciendo: “Sí, claro, pobrecita, totalmente indefensa”. Nadie pregunta: ¿y si fuera un hombre? ¿Y si fuera un niño? ¿Y si fuera alguien que no tiene la fuerza para defenderse frente a un agresor? La indefensión no tiene género, pero la cultura machista nos enseña a vincularla automáticamente con la mujer. Y ahí está el truco: disfrazar la desigualdad de preocupación, de ternura, de elogio.

Vamos a ser claros: cualquier persona puede ser indefensa ante alguien más fuerte. Nadie tiene un escudo mágico porque sea hombre o mujer. La vulnerabilidad no es femenina; es humana. Pero la frase “una mujer indefensa” nos recuerda que todavía vivimos en un mundo donde el lenguaje se utiliza para etiquetar, para dividir, para reforzar jerarquías que nadie cuestiona.

Lo peor es que este machismo silencioso se cuela en los momentos en los que creemos estar siendo respetuosos. Decimos: “Oh, solo estaba mostrando preocupación”. Sí, claro, mostrando preocupación al estilo siglo XVIII: colocando a la mujer en una caja de fragilidad, mientras nos damos palmaditas por ser considerados protectores. Bravo, genios. Cada vez que repetimos esto, alimentamos un viejo cuento: las mujeres necesitan protección, los hombres necesitan aplausos.

El machismo que nadie detecta es el más peligroso, porque no necesita insultos ni golpes; se cuela por las rendijas del lenguaje y nos hace cómplices sin darnos cuenta. Y aquí está la lección: reconocer que la indefensión es humana, que cualquiera puede estar vulnerable, es un acto de inteligencia y valentía. Porque cuando dejamos de asociar la debilidad con el género, dejamos de repetir cuentos viejos y empezamos a ver la violencia y la vulnerabilidad por lo que realmente son: problemas de poder, no de sexo.

Así que la próxima vez que escuches “una mujer indefensa”, recuerda esto: no estás admirando su fragilidad, estás aplaudiendo una narrativa que nadie cuestiona y que convierte la preocupación en complicidad. Y si crees que eso es suficiente, enhorabuena: estás listo para ser parte del club de los héroes de papel y las damiselas de cartón.


La Política Mexicana Explicada con One Piece: Cuando la Vieja Guardia Se Disfraza de Juventud

En días recientes, legisladores del PRI en la Cámara de Senadores utilizaron una bandera de One Piece para convocar a jóvenes a marchar y apoyar sus causas. A primera vista podría parecer un gesto simpático o inofensivo; sin embargo, vale la pena mirar este episodio con mayor detenimiento, porque revela mucho sobre la relación de la vieja política mexicana con las nuevas generaciones.

¿Qué es One Piece? (Para quienes no están familiarizados)

One Piece es una de las series de animación y manga japonés más populares del mundo. Narra las aventuras de Monkey D. Luffy y su tripulación de piratas, quienes viajan por los mares buscando libertad, justicia y el legendario tesoro llamado “One Piece”. Aunque pueda parecer solo una caricatura para algunos, su impacto cultural es enorme: millones de jóvenes la siguen porque aborda temas profundos como la amistad, la lucha contra sistemas injustos, el rechazo a la opresión, la importancia de soñar y la búsqueda de un mundo más libre y más humano.

Lo esencial es esto: One Piece es una historia sobre rebeldía, libertad y resistencia frente a gobiernos corruptos y autoritarios. Por eso resulta tan paradójico que un partido político con el historial del PRI recurra a ella como herramienta simbólica para atraer simpatías.

Un intento desesperado de conexión generacional

La escena de senadores priístas levantando una bandera de One Piece es un intento evidente de conectar con la juventud a través de la cultura popular. Es marketing político disfrazado de cercanía generacional. El mensaje implícito es: “Miren, también nos gusta lo que a ustedes les gusta; somos modernos, marchen con nosotros”.

Pero esta táctica revela más desconexión que cercanía. Supone que los jóvenes son fáciles de seducir con guiños superficiales, como si bastara con usar un símbolo viral para obtener apoyo político. La juventud mexicana de hoy es crítica, informada y muy capaz de detectar cuando intenta manipulársele.

Apropiación simbólica sin coherencia

El gesto del PRI no resulta solo forzado, sino incoherente. Usar un símbolo cultural implica entender su significado, y aquí ocurre lo contrario: se toma una bandera que representa lucha contra la injusticia para defender una estructura política históricamente asociada —con razón o sin ella— con corrupción, prácticas antidemocráticas y autoritarismo.

El contraste entre el contenido de One Piece y la imagen pública del PRI es tan grande que la apropiación simbólica termina volviéndose ridícula. Es como si un banquero de Wall Street marchara con una playera del Che Guevara esperando que la gente lo confundiera con un revolucionario.

El error de la vieja política: creer que los jóvenes son “mercado”

Este episodio deja ver una mentalidad profundamente arraigada en los partidos tradicionales: la idea de que la juventud es un segmento que hay que “capturar”, igual que a consumidores. En vez de dialogar, escuchar y transformar su proyecto político para incluir las preocupaciones reales de las nuevas generaciones —vivienda digna, cambio climático, empleo justo, salud mental, movilidad, transparencia— recurren a referencias de moda pensando que con eso basta.

Pero los jóvenes no buscan “políticos cool”; buscan políticos coherentes.

La reacción juvenil: del meme al rechazo

Lo que probablemente suceda con este gesto es lo contrario a lo que los legisladores esperaban: burlas, memes y críticas. La cultura digital funciona así: cuando un acto político es percibido como oportunista, la red lo devora. En pocas horas, el símbolo que se intentó usar como propaganda terminará transformado en sátira y arma de crítica.

La vieja guardia aún no entiende que en el ecosistema juvenil, nada envejece más rápido que la artificialidad.

Conclusión: sin congruencia no hay puente generacional

El uso de la bandera de One Piece por parte de legisladores del PRI no es una anécdota trivial: es un síntoma de un problema mayor. Expone una política que, en lugar de renovarse, prefiere disfrazarse de juventud antes que asumir el trabajo más difícil: transformarse.

Para acercarse realmente a las nuevas generaciones, la política mexicana no necesita cosplay de cultura pop. Necesita congruencia ética, participación genuina de jóvenes en la toma de decisiones y propuestas que respondan a su realidad.

Porque si algo enseña One Piece, es que la libertad, la justicia y la lucha contra la corrupción no se representan: se viven y se encarnan. Y eso —hasta ahora— no se resuelve con una bandera en el Senado.

martes, 4 de noviembre de 2025


"En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche... como murciélagos...
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos, como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar... cada día... 
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos... y lo suficientemente valientes, como para arriesgarnos a estar juntos...
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente maduros, como para saber que podemos ser compatriotas y contemporáneos, de todos los que tienen una voluntad de belleza y una voluntad de justicia, sin importar, dónde nacieron ni dónde se encuentran... porque no creemos en las fronteras de los mapas del tiempo...
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente tercos, como para seguir creyendo, contra toda evidencia... que la condición humana vale la pena...
En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente locos, como para ser llamados locos... seamos lo suficientemente inteligentes, como para ser desobedientes, cuando recibimos órdenes contradictorias a nuestra conciencia... o contra el sentido común".

 EDUARDO GALEANO


🇲🇽 Pobres con o sin tratado: TLCAN y la promesa incumplida del desarrollo


📜 I. El tratado que prometía el paraíso

El 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), una alianza entre México, Estados Unidos y Canadá que prometía traer modernización, empleos, prosperidad y desarrollo económico. La narrativa oficial aseguraba que México, al integrarse plenamente a la economía del Norte global, dejaría atrás el subdesarrollo.

Treinta años después, vale la pena mirar atrás y preguntar:
¿Cuánto mejoró realmente la vida de la mayoría de los mexicanos?
¿Cumplió el TLCAN su promesa?
Veamos los datos.

📉 II. ¿Y la pobreza?

🔙 Antes del TLCAN (1992–1994)

En 1992, aproximadamente el 53% de la población mexicana vivía en pobreza, lo que representa unos 48 millones de personas, de una población de 90 millones.

En 1994, tras la firma del tratado, México sufrió la crisis del “error de diciembre”, y la pobreza aumentó bruscamente.


🔜 Diez años después (2004)

En 2004, la pobreza seguía afectando al 47% de los mexicanos, es decir, unos 50 millones de personas, considerando que la población ya superaba los 106 millones.

Conclusión:

En proporción, la pobreza bajó ligeramente.

En números absolutos, se mantuvo o incluso aumentó.

Las promesas de una clase media creciente se desvanecieron en la realidad de sueldos precarios y migración masiva.


🔄 III. ¿Qué tanto dependía México de EE.UU. antes del TLCAN?

Ya en los años previos al tratado, la economía mexicana giraba alrededor del vecino del norte.

📤 Exportaciones a EE.UU.

En 1990, el 70% de las exportaciones mexicanas iban a EE.UU.

En 1993, esa cifra subió a 82%.

Para 2003, se había consolidado en 88%.

📥 Importaciones desde EE.UU.

En 1990, el 69% de lo que México importaba venía de EE.UU.

En 1993, subió a 74%.

En 2003, se mantenía en torno al 66%.

Conclusión:
México ya era altamente dependiente de Estados Unidos antes del TLCAN. El tratado profundizó esa dependencia, en lugar de diversificar el comercio o fortalecer un mercado interno robusto.

⚙️ IV. El modelo que se impuso: exportar barato, importar caro

Con el TLCAN, México se convirtió en una plataforma maquiladora:

Exporta bienes con bajo valor agregado.

Importa tecnología, maquinaria y alimentos procesados.

Millones de campesinos fueron desplazados, incapaces de competir con productos agrícolas fuertemente subsidiados por EE.UU.

Las grandes empresas transnacionales ganaron; los pequeños productores desaparecieron.

🧨 V. Epílogo: ¿desarrollo para quién?

El TLCAN no trajo el paraíso prometido. No eliminó la pobreza, no redujo la desigualdad, no fortaleció la soberanía económica ni alimentaria. Lo que sí hizo fue institucionalizar la dependencia, reforzar los privilegios de las grandes empresas y mantener a millones de mexicanos en la frontera de la supervivencia.

La lección es clara:
Firmar tratados sin fortalecer primero lo interno, es condenarse a negociar desde la debilidad.

🖋️ ¿Qué queda por hacer?
Construir un nuevo modelo que no se base en exportar pobreza disfrazada de competitividad, sino en dignidad, soberanía y justicia social.