lunes, 2 de mayo de 2022

 En 1981 el presidente de Panamá, Omar Torrijos, muere en un accidente aéreo atribuido al aparato de inteligencia de la CIA y al coronel Manuel Antonio Noriega, quien dos años después se hacía con la jefatura del país. Noriega, criminal narcotraficante, mientras estuvo sirviendo a los intereses de EEUU y Europa continuó incluido en la nómina de la CIA. Pero cuando los globalistas decidieron que se estaba tornando peligroso, le atribuyeron aspiraciones independentistas y lo acusaron de tráfico de drogas mientras imponían sanciones económicas al país. En 1988 activaron la maquinaria y de repente, después de un decenio sin prestar atención a lo que sucedía en Panamá, éste se convirtió en asunto prioritario en la prensa internacional, que dedicó páginas y páginas a hablar de los crímenes a los Derechos Humanos cometidos por el maléfico coronel Noriega. El caso guarda una completa similitud con lo ocurrido en Irak y Saddam Husseim. En aquellos momentos en que Saddam era amigo de los globalistas, la prensa no denunciaba los abusos cometidos por el presidente iraquí, a pesar de que eran mucho más cruentos que los del panameño. De hecho, el mismo día de la invasión de Panamá, la Casa Blanca anunció que iba a levantar el bloqueo de préstamos a Irak para que éste estuviera en disposición de comerciar con los occidentales. Cuando se invadió Panamá en 1989, la prensa había convertido a Noriega en un demonio bíblico, ocultando el verdadero motivo de la acción militar: asegurar el control del Canal antes del 1 de enero de 1990, fecha en que debía ser devuelto a los panameños. La trampa es clara y efectiva. Con la perspectiva del tiempo es fácil identificarla porque siempre actúan igual y ya sabemos, por los propios bilderberges, que en política no hay espacio para las casualidades. En el juicio por tráfico de drogas y atentados a los Derechos Humanos, el coronel Noriega intentó defenderse acusando a los EEUU y asegurando que tenía pruebas de sus crímenes. El proceso judicial ha sido desclasificado recientemente, pero en estos documentos las pruebas a las que hizo alusión Noriega no aparecen por ninguna parte. El sistema judicial estadounidense autorizó que se descongelaran seis millones de dólares de la fortuna atribuida a Noriega, a fin de que pudiese sufragar los gastos de la defensa. El caso llama poderosamente la atención ya que es económicamente imposible que un militar atesore lícitamente siquiera un millón de dólares. De nada le sirvieron los alegatos que incluimos. Fue condenado a cumplir cuarenta años de prisión, que se redujeron a treinta, como prisionero de guerra, después de salir absuelto en sendos juicios por presunta participación en el tráfico de cocaína y marihuana a EEUU.

Cristina Martin

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