Gaza y el laboratorio mediático de la guerra moderna
En
la guerra moderna, el campo de batalla ya no se limita al territorio
ocupado ni a las armas desplegadas: la opinión pública se ha convertido
en un escenario estratégico. Lo que sucede en Gaza es un ejemplo
paradigmático de cómo las operaciones militares se diseñan hoy
considerando primero la narrativa que llegará a las pantallas de
televisión y redes sociales. Este enfoque no es nuevo; desde la década
de 1970, los manuales militares de Estados Unidos ya establecían que no
se emprendería ninguna acción bélica sin garantizar que la población
doméstica y global comprendiera —y aceptara— la necesidad de la misma.
El
primer paso en esta estrategia es la deshumanización del enemigo. Antes
de que caiga la primera bomba, se construye una narrativa que lo coloca
en una categoría subhumana: terrorista, amenaza o criminal. De esta
manera, las víctimas del conflicto dejan de generar empatía y la
violencia que se ejerce sobre ellas se percibe como legítima. Este
proceso, aunque sutil, es crucial: prepara la mente del público para
aceptar lo que vendrá.
El
segundo paso es el control de la cobertura mediática. Los medios
seleccionan qué noticias e imágenes se difunden, enfatizando los ataques
“preventivos” y minimizando los daños a la población civil. La
violencia se filtra a través de un lente que normaliza la guerra y evita
la indignación social. Este mecanismo de percepción funcionó en
Vietnam, donde la difusión televisiva de masacres provocó un rechazo
masivo que limitó la acción militar estadounidense. Hoy, se busca que la
opinión pública esté alineada antes de que la violencia ocurra.
Finalmente,
se produce la justificación posterior: cualquier acción militar se
presenta como necesaria, legítima y ética. La narrativa ya está lista:
se habla de defensa propia, lucha contra el terrorismo o protección de
intereses estratégicos. Así, la guerra se consolida como un acto
“inevitable” y socialmente aceptable, aunque sus víctimas sean
innumerables.
Gaza, en
este sentido, funciona como un laboratorio mediático: un espacio donde
se prueban estrategias de percepción que luego podrían aplicarse en
otros contextos. La combinación de deshumanización, control de la
información y normalización de la violencia demuestra que la guerra
moderna no se gana solo con armas, sino con narrativas que moldean la
mente del público. Comprender este mecanismo es crucial para interpretar
los conflictos contemporáneos y cuestionar la información que nos llega
antes de que se convierta en opinión pública.
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