martes, 4 de noviembre de 2025

 Cuando la violencia política se convierte en ciclo.


La historia de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht no es solo un episodio del pasado; es un reflejo de un patrón que se repite a lo largo de los siglos. Asesinar a líderes u opositores para mantener el poder es una estrategia que muchos gobiernos y grupos poderosos han usado, pero que nunca tiene justificación ética ni legal.

La motivación suele ser el miedo: miedo a perder el control, miedo al cambio, miedo a que nuevas ideas desafíen la autoridad. Para encubrir este miedo, se inventan justificaciones: “garantizar la estabilidad”, “proteger la seguridad nacional”, “evitar el caos”. Son narrativas vacías que intentan disfrazar un crimen de Estado.

Pero la historia demuestra lo contrario: la represión política no detiene las ideas, solo las radicaliza. Los asesinatos de líderes opositores crean mártires, profundizan el resentimiento social y pavimentan el camino para extremismos aún más violentos.

La lección que deja este patrón es clara: tolerar la violencia política es abrir la puerta a ciclos de odio y dictadura. La verdadera estabilidad solo se logra respetando la vida y la libertad de expresión, incluso de quienes pensamos que están equivocados.

Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht murieron por sus ideas, pero su legado sigue vivo: nos recuerda que la justicia y la democracia no se sostienen con balas, sino con respeto y debate.


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