Eduardo Verástegui diciendo que “estábamos mejor en la Nueva España”
¿“Mejor en la Nueva España”?
Una crítica histórica a la nostalgia colonial
En
los últimos años, ciertos sectores conservadores han promovido la idea
de que México “estaba mejor en la Nueva España”: que tenía más
territorio, mayor orden, riqueza y prestigio internacional. Esta
narrativa, además de históricamente inexacta, revela un profundo
complejo de inferioridad colonial y un desconocimiento sobre lo que
significó realmente ser colonia.
1. La Nueva España no era un imperio mexicano
El
primer error conceptual es afirmar que México era un “gran imperio”
durante la colonia. El único imperio era España. La Nueva España era una
colonia administrada desde Madrid; su función era servir a la
metrópoli. El virrey era designado por el Rey, las leyes eran
promulgadas desde la Corona, y los habitantes eran súbditos, no
ciudadanos.
Además, la
estructura del sistema colonial era explícitamente jerárquica y racista.
El sistema de castas, documentado en pinturas y censos del siglo XVIII,
establecía desigualdades legales, tributarias y sociales basadas en
“pureza de sangre”. Un indígena o afrodescendiente no podía acceder a
los mismos derechos que un peninsular; incluso los criollos tenían
restricciones políticas frente a los españoles nacidos en España.
Idealizar este periodo implica romantizar un régimen autoritario, teocrático, desigual y clasista.
2. ¿Riqueza? Sí, pero no para los habitantes de la colonia
Uno
de los mitos más repetidos es que la Nueva España era próspera
económicamente. Es cierto que fue una de las colonias más ricas del
imperio español: entre los siglos XVI y XVIII, más de 181,000 toneladas
de plata salieron de territorio novohispano (según cifras de John H.
Elliott y el historiador económico Carlos Marichal). Sin embargo, esa
riqueza no se quedaba en América.
El modelo económico colonial era extractivo:
La plata se enviaba a España y, desde allí, a financiar guerras europeas.
El comercio estaba estrictamente controlado: estaba prohibido comerciar libremente con otros países o colonias.
La industria local era limitada para no competir con la metrópoli.
Mientras
tanto, la mayoría de la población vivía en pobreza. De acuerdo con
estudios del Colegio de México, hacia el siglo XVIII entre 60% y 75% de
los habitantes indígenas y mestizos vivían en condiciones de
sobrevivencia, sujetos a tributo, trabajo obligatorio o deudas
hereditarias en haciendas.
Es decir, sí había riqueza, pero no pertenecía a los habitantes del territorio.
3. “Teníamos más territorio”: una ilusión de pertenencia
Otro argumento recurrente es que “teníamos más territorio”. Pero es fundamental hacer la pregunta correcta:
¿a quién pertenecía ese territorio?
No a los habitantes del lugar.
Pertenecía a la Corona española.
Decir
que “es mejor porque teníamos más territorio” es tan absurdo como
afirmar que uno “era millonario” de niño porque su padre tenía un
automóvil. El territorio era controlado política, económica y
militarmente por España, no por los pueblos de América. El sujeto
colonial no tenía soberanía sobre nada.
Solo
con la independencia México se convirtió en un sujeto político con
derecho a autodeterminación. Es recién entonces que se puede hablar de
“nuestro territorio”.
4. Orden no es sinónimo de bienestar
El
elogio al “orden” colonial suele omitir qué tipo de orden era. La
estabilidad social y política de la Nueva España se sostenía sobre:
Control militar
Monarquía absoluta
Censura (Inquisición incluida)
Supremacía de la Iglesia en educación, moral y política
Ausencia de libertades civiles
No
había libertad de expresión, de culto, de prensa, ni participación
política. La educación era un privilegio reservado a varones de élite, y
el 90% de la población era analfabeta a inicios del siglo XIX (según
datos del historiador François Chevalier).
El “orden” colonial beneficiaba a quienes ejercían el poder, no a quienes lo padecían.
5. La función ideológica de la nostalgia colonial
¿Por qué insiste parte del discurso conservador en que se “vivía mejor” como colonia?
Porque este relato cumple tres funciones políticas:
1. Despolitiza: hace ver que los derechos, la autonomía y la soberanía “no sirven” o “no importan”.
2. Inferioriza lo propio: cultiva la idea de que México “no sabe gobernarse solo”.
3.
Justifica el autoritarismo: si lo mejor fue vivir bajo un monarca,
entonces gobernar sin democracia vuelve a parecer legítimo.
Es
la actualización contemporánea del viejo complejo colonial: la creencia
de que el país vale más si es subordinado a una potencia extranjera.
Conclusión
La
Nueva España no constituye un modelo de bienestar para la mayoría de
sus habitantes. Fue un régimen de explotación, desigualdad racial,
control autoritario y dependencia económica. Idealizarla revela
ignorancia histórica o aspiración a un orden social donde unos pocos
mandan y la mayoría calla.
México,
con todos sus problemas, avances y tropiezos, solo ha sido dueño de su
destino desde 1821. La independencia no fue un error: fue una condición
mínima para pensar en libertad, igualdad y derechos.
Quienes añoran la colonia no extrañan sus condiciones reales: extrañan los privilegios que imaginan que tendrían.
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