sábado, 8 de noviembre de 2025

 “Un billón para Musk: capitalismo con esteroides… y los trabajadores a comer migas”

¿Ya viste la noticia? Los accionistas de Tesla aprobaron un paquete salarial para Elon Musk de hasta un billón de dólares en diez años.
Un billón. No un millón. No mil millones. Un billón.
Eso no es un salario, es un ritual de adoración. Es básicamente arrodillarse ante el Mesías del Coche Eléctrico y decirle:
—“Oh Elon, señor de los cohetes fálicos y tweetstorms, haznos ricos”.

Y claro, los medios te dicen:
—“Es que Musk es un genio, se lo ganó, nadie más podría hacerlo”.
Sí, claro. Porque Tesla la construyó él solito en su garage mientras comía pizza fría y resolvía ecuaciones con crayolas, ¿no?

¿Y los trabajadores que?
Los que se dejan la espalda, los pulmones y la salud mental en las fábricas de Tesla… esos reciben “motivación”, “la oportunidad de formar parte de algo grande” y, si tienen suerte, una playera con el logo.
Ah, y si intentan formar un sindicato, les cae la empresa con más drones que SpaceX.

Pero “no camarada, no seas envidioso, Elon inspira a la humanidad”.
Tienes razón: inspira a los multimillonarios a pagar menos impuestos y a los trabajadores a tragar aspirinas.

Porque dime, ¿qué clase de civilización aplaude que una persona acumule un billón mientras millones se parten el lomo por 10 dólares la hora?
Ah, sí: la nuestra.
La civilización que cree que un CEO vale 30,000 veces más que un trabajador, pero se indigna si un obrero pide un aumento de 1 dólar porque “eso genera inflación”.

Y espérate… cuando pagan ese tipo de salarios a los dioses corporativos, ¿qué te dice el sistema?
Que el valor no está en crear, ni en trabajar, ni en innovar colectivamente.
No: el valor está en ser el tipo que se lleva el crédito.

Este paquete salarial no es solo inmoral: es un mensaje.
Un anuncio en letras gigantes:
“La desigualdad no es un error, es el plan.”

Porque si un solo hombre necesita un billón para “estar motivado”, ¿con cuánto deberíamos motivar a quienes realmente construyen los autos, los cohetes y toda la maldita infraestructura de esta sociedad?
¿Con una pizza el Día del Trabajador y un descuento para comprar el carro que fabrican pero no pueden pagar?

El capitalismo ya ni finge.
A estas alturas ni es sistema económico:
Es religión, circo y chantaje emocional corporativo.

Y los accionistas celebran como si hubieran descubierto la cura del cáncer.
No, señores: lo que descubrieron es otra forma de decirle al mundo:

“El pastel es nuestro. Ustedes huelan la caja.”


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