sábado, 20 de septiembre de 2025

 Trump y Hitler: ecos de un mismo libreto histórico


La historia no se repite al pie de la letra, pero suele rimar. Y hoy, al mirar el segundo mandato de Donald Trump, los ecos de los años 30 en Europa resuenan con fuerza alarmante. Lo que en su momento comenzó como discursos incendiarios y promesas de “recuperar la grandeza” en Alemania, derivó en la catástrofe más sangrienta del siglo XX. Hoy, en Estados Unidos, el guion parece seguirse con otros nombres, otras banderas y las mismas sombras.

1. El ascenso disfrazado de democracia

Hitler llegó al poder con elecciones, en medio del descontento de una sociedad golpeada por la inflación, el desempleo y la humillación tras la Primera Guerra Mundial. Trump, por su parte, cabalga sobre el resentimiento de millones que sienten que el país ya no les pertenece. La diferencia es que, en este caso, la democracia estadounidense se vuelve rehén de su propio mito: un presidente que regresa al poder a base de polarización, gritos de fraude y el culto a su figura como “salvador”.

2. El enemigo interno

Todo régimen autoritario necesita un enemigo al cual culpar. Para Hitler fueron los judíos, los comunistas, los gitanos, los disidentes. Para Trump son los migrantes, los musulmanes, los afroamericanos, los progresistas, los periodistas. La táctica es idéntica: dividir a la sociedad en “puros” y “enemigos”, sembrar miedo y odio, y convertir a la violencia simbólica en preludio de violencia real.

3. El enemigo externo

Hitler inició su expansión señalando a países vecinos: Checoslovaquia, Polonia, la URSS. Trump amenaza con invadir Venezuela, apunta contra Brasil, Colombia y México por tener gobiernos de izquierda, y mantiene la hostilidad contra Irán y China. En ambos casos, la política exterior se convierte en espectáculo bélico, diseñado para distraer a las masas y unificar a la nación bajo la bandera del miedo.

4. La propaganda como anestesia

El Tercer Reich se sostuvo con propaganda: carteles, radio, cine, símbolos omnipresentes y discursos que hipnotizaban a las multitudes. Trump no necesita un Goebbels: tiene Twitter, rallies masivos, cadenas de noticias afines y la maquinaria de la posverdad. Cada mentira repetida mil veces se convierte en “hecho alternativo”, y millones lo aplauden aunque contradiga la realidad.

5. La censura y la agresión contra periodistas

Aquí el paralelismo es brutal. Hitler persiguió y silenció a reporteros, cerró periódicos, encarceló a opositores. Trump, en versión moderna, los tacha de “enemigos del pueblo”, promueve agresiones contra reporteros, limita el acceso a conferencias y aplaude a quienes atacan físicamente a la prensa. Lo que antes se lograba con campos de concentración, hoy se consigue con linchamientos digitales, amenazas y exclusión mediática. La intención es la misma: matar la verdad para que solo quede la voz del líder.

6. Los cómplices necesarios

Ningún autoritario avanza solo. Hitler contó con empresarios que financiaron su maquinaria, con políticos que cedieron por conveniencia y con sectores sociales que callaron por miedo. Trump tiene a la mayoría de legisladores republicanos de su lado, a corporaciones que se benefician de su gobierno y a aliados internacionales que, por cálculo o cobardía, prefieren no confrontarlo. El silencio es la forma más rentable de complicidad.

7. El riesgo global

El mundo ya pagó una vez el precio de no detener a tiempo a un líder que convirtió el odio en política de Estado. La Segunda Guerra Mundial dejó 60 millones de muertos. Hoy, el escenario es más frágil: armas nucleares, crisis climática, tensiones geopolíticas que pueden escalar en segundos. Trump no solo amenaza con repetir la historia: puede superarla en su capacidad de destrucción.

8. La lección ignorada

Cada generación repite la misma frase: “nunca más”. Pero siempre parece haber quienes desempolvan el fascismo con nuevos disfraces. La diferencia es que ahora la humanidad lo mira en vivo, en tiempo real, desde sus teléfonos, como si fuera un espectáculo más. La pregunta que queda es si habrá la valentía, dentro y fuera de Estados Unidos, para poner un freno antes de que la rima de la historia vuelva a convertirse en tragedia.

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