Trump y Hitler: ecos de un mismo libreto histórico
La
historia no se repite al pie de la letra, pero suele rimar. Y hoy, al
mirar el segundo mandato de Donald Trump, los ecos de los años 30 en
Europa resuenan con fuerza alarmante. Lo que en su momento comenzó como
discursos incendiarios y promesas de “recuperar la grandeza” en
Alemania, derivó en la catástrofe más sangrienta del siglo XX. Hoy, en
Estados Unidos, el guion parece seguirse con otros nombres, otras
banderas y las mismas sombras.
1. El ascenso disfrazado de democracia
Hitler
llegó al poder con elecciones, en medio del descontento de una sociedad
golpeada por la inflación, el desempleo y la humillación tras la
Primera Guerra Mundial. Trump, por su parte, cabalga sobre el
resentimiento de millones que sienten que el país ya no les pertenece.
La diferencia es que, en este caso, la democracia estadounidense se
vuelve rehén de su propio mito: un presidente que regresa al poder a
base de polarización, gritos de fraude y el culto a su figura como
“salvador”.
2. El enemigo interno
Todo
régimen autoritario necesita un enemigo al cual culpar. Para Hitler
fueron los judíos, los comunistas, los gitanos, los disidentes. Para
Trump son los migrantes, los musulmanes, los afroamericanos, los
progresistas, los periodistas. La táctica es idéntica: dividir a la
sociedad en “puros” y “enemigos”, sembrar miedo y odio, y convertir a la
violencia simbólica en preludio de violencia real.
3. El enemigo externo
Hitler
inició su expansión señalando a países vecinos: Checoslovaquia,
Polonia, la URSS. Trump amenaza con invadir Venezuela, apunta contra
Brasil, Colombia y México por tener gobiernos de izquierda, y mantiene
la hostilidad contra Irán y China. En ambos casos, la política exterior
se convierte en espectáculo bélico, diseñado para distraer a las masas y
unificar a la nación bajo la bandera del miedo.
4. La propaganda como anestesia
El
Tercer Reich se sostuvo con propaganda: carteles, radio, cine, símbolos
omnipresentes y discursos que hipnotizaban a las multitudes. Trump no
necesita un Goebbels: tiene Twitter, rallies masivos, cadenas de
noticias afines y la maquinaria de la posverdad. Cada mentira repetida
mil veces se convierte en “hecho alternativo”, y millones lo aplauden
aunque contradiga la realidad.
5. La censura y la agresión contra periodistas
Aquí
el paralelismo es brutal. Hitler persiguió y silenció a reporteros,
cerró periódicos, encarceló a opositores. Trump, en versión moderna, los
tacha de “enemigos del pueblo”, promueve agresiones contra reporteros,
limita el acceso a conferencias y aplaude a quienes atacan físicamente a
la prensa. Lo que antes se lograba con campos de concentración, hoy se
consigue con linchamientos digitales, amenazas y exclusión mediática. La
intención es la misma: matar la verdad para que solo quede la voz del
líder.
6. Los cómplices necesarios
Ningún
autoritario avanza solo. Hitler contó con empresarios que financiaron
su maquinaria, con políticos que cedieron por conveniencia y con
sectores sociales que callaron por miedo. Trump tiene a la mayoría de
legisladores republicanos de su lado, a corporaciones que se benefician
de su gobierno y a aliados internacionales que, por cálculo o cobardía,
prefieren no confrontarlo. El silencio es la forma más rentable de
complicidad.
7. El riesgo global
El
mundo ya pagó una vez el precio de no detener a tiempo a un líder que
convirtió el odio en política de Estado. La Segunda Guerra Mundial dejó
60 millones de muertos. Hoy, el escenario es más frágil: armas
nucleares, crisis climática, tensiones geopolíticas que pueden escalar
en segundos. Trump no solo amenaza con repetir la historia: puede
superarla en su capacidad de destrucción.
8. La lección ignorada
Cada
generación repite la misma frase: “nunca más”. Pero siempre parece
haber quienes desempolvan el fascismo con nuevos disfraces. La
diferencia es que ahora la humanidad lo mira en vivo, en tiempo real,
desde sus teléfonos, como si fuera un espectáculo más. La pregunta que
queda es si habrá la valentía, dentro y fuera de Estados Unidos, para
poner un freno antes de que la rima de la historia vuelva a convertirse
en tragedia.
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