lunes, 15 de septiembre de 2025

 Historia y anacronismo de los concursos de belleza


Si hoy en día alguien me dice “¡Mira el Miss Universo!”, me siento transportado a un museo de reliquias de otra época: luces brillantes, coronas doradas, vestidos deslumbrantes… y cuerpos medidos con regla y compás. Porque, seamos claros, estos concursos no son un espectáculo de talento o inteligencia: son una competencia de atributos físicos empaquetados con sonrisas obligatorias.

Los concursos de belleza surgieron a principios del siglo XX, impulsados por la publicidad y el turismo. El Miss America, por ejemplo, nació en 1921 en Atlantic City como una estrategia para atraer visitantes fuera de temporada. La idea no era celebrar la diversidad, sino mostrar un ideal muy concreto: joven, blanca, delgada, alta… una mujer que cumpliera con los estándares de belleza de la clase media-alta estadounidense de la época. Todo un escaparate de uniformidad estética.

Durante décadas, estas competencias reforzaron un mensaje claro: el valor de una mujer se mide por su apariencia. El intelecto, la personalidad o las capacidades quedaban relegadas a un segundo plano, como accesorios opcionales de lujo. Hoy, décadas después, los concursos siguen existiendo, aunque algunos intenten añadir “talento” o “proyectos sociales” para aparentar modernidad. Pero la esencia no ha cambiado: la coronación sigue dependiendo de cómo se ve la persona en un vestido de noche y en traje de baño.

¿Por qué este espectáculo nos da repulsión a algunos y a otros les sigue encantando? Porque estamos viendo un vestigio de una época que ya no encaja con los valores actuales de igualdad y respeto. Es anacrónico: habla de un mundo donde las mujeres eran evaluadas como vitrinas ambulantes, y donde la diversidad de cuerpos y culturas simplemente no tenía cabida. Sin embargo, sigue siendo “aceptado” por tradición, por nostalgia y, sobre todo, por la maquinaria mediática que lo mantiene vivo.

En conclusión, los concursos de belleza son un fósil cultural que sobrevive porque entretienen, porque venden sueños superficiales y porque la sociedad aún no ha terminado de cuestionar la relación entre valor humano y apariencia física. Mirarlos hoy es un acto crítico: nos confrontan con cuánto hemos avanzado… y cuánto nos falta por cuestionar.

Referencias sugeridas:

Banet-Weiser, S. The Most Beautiful Girl in the World: Beauty Pageants and National Identity.

Cohen, C. Beauty and Power: A Social History of Beauty Contests.

Wolf, N. The Beauty Myth.

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