lunes, 15 de septiembre de 2025

 Ahorrar como acto de resistencia en un mundo que te quiere endeudado


En un sistema diseñado para que consumas hasta el límite de tus fuerzas, ahorrar se convierte en un acto casi rebelde. No porque el ahorro sea intrínsecamente revolucionario, sino porque se opone a la lógica dominante: la deuda como forma de vida.

Los bancos, las tiendas y hasta las propias políticas económicas parecen conspirar para que vivamos al día, en el borde del abismo financiero. Te ofrecen créditos, pagos diferidos, “facilidades” para comprar lo que no necesitas, con intereses que se comen tu bolsillo. En ese contexto, decidir guardar algo, aunque sea una mínima parte de tus ingresos, es una forma de decir “no” a ese sistema que quiere que seas esclavo del consumo.

Ahorrar no es solo acumular dinero; es reclamar un espacio de autonomía. Es construir un pequeño bastión que te permite decir: “No necesito depender siempre del préstamo, no voy a vivir hipotecado hasta la muerte”. Es un acto ético porque implica cuidarte, proteger a tu familia y resistir la presión constante de gastar y endeudarte.

En México, donde la informalidad laboral afecta a millones y los salarios no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, ahorrar es un desafío que va más allá de la voluntad individual. Pero quienes lo logran, aún en pequeñas cantidades, demuestran una fuerza silenciosa. Resisten un sistema que no está diseñado para que prosperes, sino para que sobrevivas endeudado y atrapado.

Este tipo de ahorro tiene un significado político: es un gesto de autonomía frente a la trampa del crédito fácil, la publicidad constante y las falsas promesas de felicidad a través del consumo. No es el ahorro glamuroso de las cuentas de inversión; es el ahorro cotidiano, ese que se hace guardando monedas, sacrificando gustos, aplazando satisfacciones inmediatas para asegurar un mañana menos vulnerable.

En definitiva, ahorrar en estas condiciones es una forma de dignidad y resistencia. Es pelear una batalla silenciosa en un terreno desigual, donde cada peso guardado es una victoria pequeña pero significativa contra un sistema que prefiere que vivas endeudado y dependiente.

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> “Ahorrar en este mundo es como intentar tapar un agujero en un barco con un chicle. Pero al menos ese chicle es tuyo, no un préstamo más que te va a dejar encadenado. Te empujan a gastar, a pedir prestado, a hipotecar hasta tu sombra. Y si no lo haces, te llaman ‘irresponsable’. No, amigo, es resistencia. Es sobrevivir sin vender el alma a la tarjeta de crédito.”

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