Ahorrar como acto de resistencia en un mundo que te quiere endeudado
En
un sistema diseñado para que consumas hasta el límite de tus fuerzas,
ahorrar se convierte en un acto casi rebelde. No porque el ahorro sea
intrínsecamente revolucionario, sino porque se opone a la lógica
dominante: la deuda como forma de vida.
Los
bancos, las tiendas y hasta las propias políticas económicas parecen
conspirar para que vivamos al día, en el borde del abismo financiero. Te
ofrecen créditos, pagos diferidos, “facilidades” para comprar lo que no
necesitas, con intereses que se comen tu bolsillo. En ese contexto,
decidir guardar algo, aunque sea una mínima parte de tus ingresos, es
una forma de decir “no” a ese sistema que quiere que seas esclavo del
consumo.
Ahorrar no es
solo acumular dinero; es reclamar un espacio de autonomía. Es construir
un pequeño bastión que te permite decir: “No necesito depender siempre
del préstamo, no voy a vivir hipotecado hasta la muerte”. Es un acto
ético porque implica cuidarte, proteger a tu familia y resistir la
presión constante de gastar y endeudarte.
En
México, donde la informalidad laboral afecta a millones y los salarios
no alcanzan para cubrir las necesidades básicas, ahorrar es un desafío
que va más allá de la voluntad individual. Pero quienes lo logran, aún
en pequeñas cantidades, demuestran una fuerza silenciosa. Resisten un
sistema que no está diseñado para que prosperes, sino para que
sobrevivas endeudado y atrapado.
Este
tipo de ahorro tiene un significado político: es un gesto de autonomía
frente a la trampa del crédito fácil, la publicidad constante y las
falsas promesas de felicidad a través del consumo. No es el ahorro
glamuroso de las cuentas de inversión; es el ahorro cotidiano, ese que
se hace guardando monedas, sacrificando gustos, aplazando satisfacciones
inmediatas para asegurar un mañana menos vulnerable.
En
definitiva, ahorrar en estas condiciones es una forma de dignidad y
resistencia. Es pelear una batalla silenciosa en un terreno desigual,
donde cada peso guardado es una victoria pequeña pero significativa
contra un sistema que prefiere que vivas endeudado y dependiente.

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“Ahorrar en este mundo es como intentar tapar un agujero en un barco
con un chicle. Pero al menos ese chicle es tuyo, no un préstamo más que
te va a dejar encadenado. Te empujan a gastar, a pedir prestado, a
hipotecar hasta tu sombra. Y si no lo haces, te llaman ‘irresponsable’.
No, amigo, es resistencia. Es sobrevivir sin vender el alma a la tarjeta
de crédito.”
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