lunes, 15 de septiembre de 2025

 Complicidad pasiva: la sombra ética detrás del apoyo


A menudo pensamos que la responsabilidad ética recae únicamente sobre quienes cometen actos abiertamente dañinos. Sin embargo, existe un fenómeno más sutil y extendido: la complicidad pasiva, aquella que nace del apoyo, la indiferencia o la tolerancia hacia personas cuyas acciones y valores son cuestionables. No es necesario levantar un arma, dictar un decreto cruel o pronunciar un discurso de odio: a veces basta con respaldar económicamente, socialmente o políticamente a alguien para volverse cómplice de sus actos.

El caso de figuras contemporáneas poderosas ilustra esta dinámica. Muchos apoyan a líderes por conveniencia, beneficio o pragmatismo, aunque no compartan su misoginia, racismo, violencia verbal o persecución ideológica. Este apoyo pragmático puede parecer inocuo, pero permite que comportamientos dañinos se perpetúen, normalizando prácticas que deberían ser cuestionadas. En términos morales, esta complicidad pasiva genera una responsabilidad indirecta: aunque no apruebes la conducta de la persona, tu respaldo contribuye a que esa conducta tenga consecuencias reales y sostenibles.

La historia demuestra que la complicidad pasiva ha estado presente en los momentos más oscuros. Desde la Alemania nazi hasta las dictaduras latinoamericanas del siglo XX, muchos ciudadanos, funcionarios y empresarios no compartían la ideología totalitaria o las atrocidades cometidas, pero su silencio, su cooperación o su respaldo económico y social permitieron que los crímenes continuaran. No fueron los perpetradores directos, pero sí sostuvieron la maquinaria de violencia y opresión. La pasividad se convirtió en un aliado silencioso de la injusticia.

Reconocer la complicidad pasiva exige honestidad y autocrítica. Implica cuestionar no solo a quién apoyamos, sino también cómo nuestro respaldo puede amplificar el daño, aunque nuestra intención sea neutral o pragmática. El desafío ético consiste en evaluar nuestras alianzas y decidir si el beneficio que buscamos justifica la sombra moral que proyectamos. Porque, al final, la indiferencia y la tolerancia frente a la injusticia no nos eximen de responsabilidad, solo la disimulan bajo la apariencia de neutralidad.


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