El espejismo de los casos excepcionales
En
muchos discursos políticos, mediáticos y motivacionales se repite una
idea: “Si quieres, puedes. Solo basta con esfuerzo y determinación”.
Para sostenerla, se suelen presentar ejemplos de personas que partieron
desde la pobreza y alcanzaron la riqueza, o artistas que no corresponden
a los estándares hegemónicos de belleza pero lograron el éxito. Estos
casos, sin embargo, funcionan más como espejismos que como pruebas.
El
error está en tomar lo excepcional como norma. Una persona que,
viniendo de la pobreza extrema, logra convertirse en millonaria es
noticia precisamente porque es una rareza. De la misma forma, un
cantante o actor moreno, o con rasgos no ajustados al canon dominante,
destaca porque desafía una estructura social que suele excluir a la
mayoría. Pero en el grueso de la población, las condiciones
estructurales pesan más que la voluntad individual: acceso a educación,
salud, redes de apoyo, oportunidades laborales, ausencia de
discriminación.
Usar a
los pocos casos de éxito como argumento universal se convierte en una
falacia de muestra sesgada. No se cuentan las miles de historias de
quienes trabajaron con igual o mayor empeño y no lograron salir del
círculo de la desigualdad. Al hacerlo, no solo se oculta la complejidad
de la realidad social, sino que además se traslada la responsabilidad de
la pobreza y la exclusión al individuo: “si no triunfas es porque no
quieres lo suficiente”.
Este
tipo de narrativa, lejos de ser inocente, sirve para mantener el status
quo. Si se cree que todos pueden lograrlo, entonces no hay necesidad de
cuestionar las estructuras injustas, ni de exigir redistribución, ni de
pensar en políticas públicas que garanticen condiciones más
equitativas. El mito meritocrático transforma un sistema desigual en un
aparente campo de oportunidades abiertas.
Por
eso es necesario desarmar el espejismo. Los casos excepcionales
inspiran, sí, pero no explican la norma. Convertirlos en prueba social
es como afirmar que todos pueden ser estrellas de fútbol porque uno de
entre millones logró salir del barrio para jugar en Europa. Inspiración
no equivale a estadística.
La
verdadera tarea no es repetir historias de milagros individuales, sino
preguntarnos qué impide que la mayoría tenga posibilidades reales de
mejorar su vida. Solo ahí podemos pasar del espejismo a la justicia.
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