sábado, 27 de septiembre de 2025

 El espejismo de los casos excepcionales


En muchos discursos políticos, mediáticos y motivacionales se repite una idea: “Si quieres, puedes. Solo basta con esfuerzo y determinación”. Para sostenerla, se suelen presentar ejemplos de personas que partieron desde la pobreza y alcanzaron la riqueza, o artistas que no corresponden a los estándares hegemónicos de belleza pero lograron el éxito. Estos casos, sin embargo, funcionan más como espejismos que como pruebas.

El error está en tomar lo excepcional como norma. Una persona que, viniendo de la pobreza extrema, logra convertirse en millonaria es noticia precisamente porque es una rareza. De la misma forma, un cantante o actor moreno, o con rasgos no ajustados al canon dominante, destaca porque desafía una estructura social que suele excluir a la mayoría. Pero en el grueso de la población, las condiciones estructurales pesan más que la voluntad individual: acceso a educación, salud, redes de apoyo, oportunidades laborales, ausencia de discriminación.

Usar a los pocos casos de éxito como argumento universal se convierte en una falacia de muestra sesgada. No se cuentan las miles de historias de quienes trabajaron con igual o mayor empeño y no lograron salir del círculo de la desigualdad. Al hacerlo, no solo se oculta la complejidad de la realidad social, sino que además se traslada la responsabilidad de la pobreza y la exclusión al individuo: “si no triunfas es porque no quieres lo suficiente”.

Este tipo de narrativa, lejos de ser inocente, sirve para mantener el status quo. Si se cree que todos pueden lograrlo, entonces no hay necesidad de cuestionar las estructuras injustas, ni de exigir redistribución, ni de pensar en políticas públicas que garanticen condiciones más equitativas. El mito meritocrático transforma un sistema desigual en un aparente campo de oportunidades abiertas.

Por eso es necesario desarmar el espejismo. Los casos excepcionales inspiran, sí, pero no explican la norma. Convertirlos en prueba social es como afirmar que todos pueden ser estrellas de fútbol porque uno de entre millones logró salir del barrio para jugar en Europa. Inspiración no equivale a estadística.

La verdadera tarea no es repetir historias de milagros individuales, sino preguntarnos qué impide que la mayoría tenga posibilidades reales de mejorar su vida. Solo ahí podemos pasar del espejismo a la justicia.


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