domingo, 21 de septiembre de 2025


¿Escucharon esa joya que soltó Josep Borrell, el jefe de política exterior de la Unión Europea?

> “Europa es un jardín rodeado de jungla.”

¡Qué maravilla!
Un tipo con poder, sueldazo y corbata, diciendo básicamente:

> “Nosotros somos civilización. Ustedes, la plebe del sur global, son la selva. La jungla. Lo salvaje.”

Y aún se preguntan por qué los países del sur no quieren seguir sus reglas.

Europa, el jardín… claro. Un jardín plantado sobre los cadáveres del Congo, del Caribe, de la India, de América Latina. Regado con sudor, saqueo y esclavitud.
Y ahora se indignan porque la jungla quiere recuperar lo que le robaron.

Dicen “nosotros somos cultura, ustedes caos”.
Pero a ver, ¿quién inventó las guerras mundiales? ¿Quién quemó judíos en hornos? ¿Quién partió África con regla en el escritorio de un burdel en Berlín?

¿Quién colonizó, violó, cristianizó y luego se fue diciendo “suerte con la democracia”?

Ah, pero ellos son el jardín…

Europa se mira al espejo y se ve a sí misma como un Versalles ilustrado, rodeado de vegetación violenta: Rusia el oso, China el dragón, África el hambre, Latinoamérica las drogas, Medio Oriente el petróleo con metralla.

Pero no les gusta recordar que quien sembró todo eso fueron ellos.

Los terroristas en París fueron entrenados con armas occidentales.
Las mafias que controlan Libia salieron del caos que provocaron con la OTAN.
Y los refugiados que llegan en botes… huyen de guerras que sus empresas financiaron.

Pero claro, la narrativa es más fácil si dices:
“Somos un jardín, y la jungla se nos quiere meter.”

Mira, Europa, si vas a jugar a la botánica, al menos aprende de la naturaleza:
los jardines no existen sin podadores, sin pesticidas, sin vigilancia.
Y tarde o temprano, la jungla —esa que menospreciaste— recupera su espacio.

Quieren vivir como jardín suizo mientras el resto del mundo sangra en silencio.
Pero la historia es paciente, cabrones.

Y un día esa jungla que despreciaron…

...va a florecer dentro del jardín.
Con raíces tan profundas que ni el Banco Central Europeo podrá arrancarlas.

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