lunes, 29 de septiembre de 2025

 “Antorchas de libertad: el humo del negocio”


Imagínate, que alguien te dice que fumar es libertad. Que cada bocanada de humo que lanzas al aire es un acto de independencia, un gesto valiente contra la opresión… y tú piensas: ¡Qué poderosa estoy! Pero detrás del glamour y la elegancia, lo que en realidad estaba ardiendo era el bolsillo de un empresario.

En los años veinte, las mujeres empezaron a caminar por las calles con un cigarro en la mano, y no era sólo rebeldía: era una estrategia publicitaria. Las compañías de tabaco vieron un mercado nuevo, un océano de oportunidades, y dijeron: “¿Por qué dejar que ellos tengan todo el mercado?”. Así nació la campaña de las “antorchas de libertad”, donde fumar no era un hábito, sino un símbolo de emancipación. ¿Libertad? Claro… libertad para enfermar, para depender de la nicotina, para engrosar las cifras de ventas de unos tipos con corbata que jamás se preocuparon por tu salud.

El capitalismo es así, camarada: te vende ideales envueltos en humo. Te promete modernidad mientras te encadena a un hábito. Te dice que eres libre mientras mueve sus fichas en su tablero, y tú, sin darte cuenta, te conviertes en su mejor publicidad. La mujer moderna de los años veinte no pidió cigarrillos; los recibió envueltos en promesas de igualdad y glamour.

Y aún hoy, el patrón se repite: te venden aspiraciones, no productos. Te venden sueños empaquetados y bien ilustrados. La pregunta es: ¿somos nosotras realmente libres, o simplemente somos consumidores bien entrenados en el arte de desear lo que otros inventan?

Porque la libertad, camarada, no viene en un paquete de papel fino, ni huele a tabaco. La libertad no necesita anuncios ni slogans. La libertad no se fuma.

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