viernes, 19 de septiembre de 2025

 “Espejitos de colores y realidades intactas”


Miren Latinoamérica… aquí la película se repite con subtítulos distintos: un día Chávez, otro día Bolsonaro, después AMLO o Lacalle Pou. Cambian los nombres, cambian los gritos, pero nunca cambia la estructura del juego.

El truco es sencillo: nos dan un enemigo visible, tangible, cercano. “¡Cuidado! El otro lado quiere robarte la patria, tu familia y tu moral”. Y nosotros caemos como fichas de dominó, peleando por banderas y discursos. Mientras tanto… los verdaderos villanos están cómodos, tomando whisky y pagando menos impuestos que tu maestro de primaria.

Antonio Gramsci lo llamaría “hegemonía cultural”. El poder no necesita golpearte con fuerza bruta; basta con convencerte de que tu lucha es con tu vecino, no con los que deciden los salarios, los tratados comerciales o las tasas de interés. La disputa por lo simbólico funciona como anestesia: tanto la derecha como la izquierda neoliberales venden la ilusión de conflicto, pero jamás se enfrentan al capitalismo real.

Y luego vienen los populistas, los salvadores de utilería: prometen revolución, prometen devolver la patria al pueblo… pero lo único que devuelven es un discurso agresivo, mientras las políticas económicas siguen beneficiando al gran capital. Así, Bolsonaro puede gritar “anticorrupción” mientras protege a los bancos y las multinacionales. Trump puede prometer “Make America Great Again” mientras Amazon y Wall Street siguen riéndose de todos nosotros.

Y nosotros… bueno, nosotros aprendemos la lección más dolorosa: votar no cambia nada. Participar parece inútil. Así que nos sentamos a esperar que otra farsa nos entretenga, mientras seguimos pagando la cuenta.

La verdadera pregunta es: ¿cuánto tiempo más vamos a pelear por espejitos de colores, mientras el mundo real sigue intacto?

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