sábado, 20 de septiembre de 2025

 “Enseñar a beber”: mito, riesgo y responsabilidad


En algunos contextos familiares es común escuchar frases como “prefiero que mi hijo beba conmigo para que aprenda” o “es mejor que lo haga en casa y no en la calle”. A primera vista, parece una postura sensata: el hogar se presenta como un espacio seguro, y el padre o madre como una guía que acompaña al joven en la experiencia de probar alcohol. Sin embargo, la evidencia científica y la reflexión ética sugieren que esta práctica es más peligrosa que educativa.

El mito de aprender a beber

El alcohol no es una destreza que se enseñe como andar en bicicleta o cocinar. Su consumo implica riesgos biológicos, psicológicos y sociales. Creer que un adolescente puede “aprender” a beber de forma responsable mediante la práctica supervisada es desconocer la naturaleza de la sustancia: el alcohol altera la conciencia, reduce la capacidad de autocontrol y tiene un potencial adictivo comprobado.

El cerebro adolescente y la vulnerabilidad

Diversas investigaciones han mostrado que el cerebro sigue en desarrollo hasta, aproximadamente, los 25 años. La corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y del control de impulsos, es especialmente vulnerable. Iniciar el consumo en la adolescencia aumenta el riesgo de dependencia, problemas de memoria, impulsividad y dificultades académicas y sociales. Lejos de “inmunizar” al joven, exponerlo al alcohol temprano incrementa la probabilidad de abuso futuro.

El poder del ejemplo

La educación no pasa por permitir el consumo, sino por el ejemplo cotidiano. Hijos e hijas observan la relación que los adultos tienen con el alcohol: si este se presenta como indispensable para socializar, relajarse o celebrar, el mensaje implícito es claro. Un discurso que al mismo tiempo advierte sobre los riesgos, pero promueve el consumo temprano, cae en contradicción.

Evidencia empírica

Un estudio publicado en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs (2011) demostró que los adolescentes que bebían en casa con permiso parental tenían mayores niveles de consumo problemático en la adultez joven que aquellos con reglas más estrictas. De manera similar, la American Academy of Pediatrics (2015) concluyó que no existen beneficios en permitir el consumo bajo supervisión; al contrario, se asocia con un inicio más temprano y con patrones de consumo más dañinos.

Una responsabilidad ética

Enseñar a beber no es educar, es normalizar. Lo que un padre o madre puede enseñar con mayor impacto es la responsabilidad, la reflexión crítica y la capacidad de decir “no” a presiones sociales. El reto es construir una cultura donde la autonomía del joven no dependa de probar sustancias, sino de fortalecer su criterio y autoestima.


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📚 Referencias

Jackson, C., & Dickinson, D. (2011). Enabling parents who smoke to prevent their children from smoking: A randomized controlled trial. Journal of Studies on Alcohol and Drugs, 72(2), 332–337.

American Academy of Pediatrics (2015). Alcohol Use by Youth and Adolescents: A Pediatric Concern. Pediatrics, 138(3).

Ryan, S. M., Jorm, A. F., & Lubman, D. I. (2010). Parenting factors associated with reduced adolescent alcohol use: a systematic review of longitudinal studies. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry, 44(9), 774–783.

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