“Enseñar a beber”: mito, riesgo y responsabilidad
En
algunos contextos familiares es común escuchar frases como “prefiero
que mi hijo beba conmigo para que aprenda” o “es mejor que lo haga en
casa y no en la calle”. A primera vista, parece una postura sensata: el
hogar se presenta como un espacio seguro, y el padre o madre como una
guía que acompaña al joven en la experiencia de probar alcohol. Sin
embargo, la evidencia científica y la reflexión ética sugieren que esta
práctica es más peligrosa que educativa.
El mito de aprender a beber
El
alcohol no es una destreza que se enseñe como andar en bicicleta o
cocinar. Su consumo implica riesgos biológicos, psicológicos y sociales.
Creer que un adolescente puede “aprender” a beber de forma responsable
mediante la práctica supervisada es desconocer la naturaleza de la
sustancia: el alcohol altera la conciencia, reduce la capacidad de
autocontrol y tiene un potencial adictivo comprobado.
El cerebro adolescente y la vulnerabilidad
Diversas
investigaciones han mostrado que el cerebro sigue en desarrollo hasta,
aproximadamente, los 25 años. La corteza prefrontal, encargada de la
toma de decisiones y del control de impulsos, es especialmente
vulnerable. Iniciar el consumo en la adolescencia aumenta el riesgo de
dependencia, problemas de memoria, impulsividad y dificultades
académicas y sociales. Lejos de “inmunizar” al joven, exponerlo al
alcohol temprano incrementa la probabilidad de abuso futuro.
El poder del ejemplo
La
educación no pasa por permitir el consumo, sino por el ejemplo
cotidiano. Hijos e hijas observan la relación que los adultos tienen con
el alcohol: si este se presenta como indispensable para socializar,
relajarse o celebrar, el mensaje implícito es claro. Un discurso que al
mismo tiempo advierte sobre los riesgos, pero promueve el consumo
temprano, cae en contradicción.
Evidencia empírica
Un
estudio publicado en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs (2011)
demostró que los adolescentes que bebían en casa con permiso parental
tenían mayores niveles de consumo problemático en la adultez joven que
aquellos con reglas más estrictas. De manera similar, la American
Academy of Pediatrics (2015) concluyó que no existen beneficios en
permitir el consumo bajo supervisión; al contrario, se asocia con un
inicio más temprano y con patrones de consumo más dañinos.
Una responsabilidad ética
Enseñar
a beber no es educar, es normalizar. Lo que un padre o madre puede
enseñar con mayor impacto es la responsabilidad, la reflexión crítica y
la capacidad de decir “no” a presiones sociales. El reto es construir
una cultura donde la autonomía del joven no dependa de probar
sustancias, sino de fortalecer su criterio y autoestima.
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Jackson,
C., & Dickinson, D. (2011). Enabling parents who smoke to prevent
their children from smoking: A randomized controlled trial. Journal of
Studies on Alcohol and Drugs, 72(2), 332–337.
American Academy of Pediatrics (2015). Alcohol Use by Youth and Adolescents: A Pediatric Concern. Pediatrics, 138(3).
Ryan,
S. M., Jorm, A. F., & Lubman, D. I. (2010). Parenting factors
associated with reduced adolescent alcohol use: a systematic review of
longitudinal studies. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry,
44(9), 774–783.
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