¿Se acuerdan de la “enfermedad mortal”? ¡El covid! Todos encerrados, con opinadores en la tele diciéndote que si salías a comprar tortillas, básicamente estabas caminando hacia tu tumba.
“Mortal”, repetían. Como si fuera la peste negra.
Bueno, hagamos cuentas, porque las matemáticas nunca han sido buenas para la histeria colectiva:
Peste negra, siglo XIV: se chingó a la mitad de Europa. MITAD. Tú, tu vecino, el panadero y hasta el gato: muertos.
Viruela
en América: arrasó pueblos enteros, 90% de la banda indígena al otro
lado del Atlántico, y los europeos diciendo: “¡qué suerte, Dios está con
nosotros!”.
Influenza
española, 1918: entre el 2,5% y 5% de la población mundial. Imagina
cinco de cada cien personas de tu ciudad cayendo como moscas en cuestión
de semanas.
Covid-19:
¿cuánto fue? ¿0,1%? ¿0,2%? O sea, sí, un chingo de gente, millones… pero
en proporción histórica, no es la plaga del Apocalipsis.
¿Pero
qué hicieron los opinadores? Ah, pues convirtieron un 0,1% en la
narrativa del fin del mundo. “¡Todos vamos a morir!”. No, cabrón, no
todos. El problema es que lo decían como si estuviéramos viviendo la
Biblia en tiempo real.
Y
claro, la gente se enojaba si decías lo obvio: “Esto no es la peste”.
¡Te linchaban! Como si cuestionar las matemáticas fuera herejía. Pero
ahí está el detalle: nos vendieron la “nueva normalidad”, como si
después de sobrevivir a la gripe 2.0 íbamos a salir iluminados,
agradecidos y más humanos.
¿Y qué pasó?
Volvimos a lo mismo: tráfico, consumismo, selfies en Starbucks… solo que ahora con ansiedad crónica.
El
covid no fue la enfermedad más mortal de la historia. Fue la enfermedad
que reveló lo frágiles, histéricos y manipulables que somos. Y esa, es la verdadera pandemia: la pendejez amplificada por los
opinadores.
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