jueves, 18 de septiembre de 2025

 ¿Se dieron cuenta de lo ridículo que es todo esto? Jimmy Kimmel hace un chiste, y ¡pum!, cancelado. Todo un país que se cree el paladín de la libertad de expresión, y resulta que es la libertad de expresión condicional: solo puedes decir cosas que no incomoden a los poderosos. Es como si te dijeran: “Puedes decir lo que quieras, pero si te burlas de mí… bueno, en realidad no puedes”.

Ahora veamos a la oposición mexicana. Es aún más gracioso… si no fuera trágico. Se pasan el día quejándose de que están censurados, perseguidos y viviendo bajo un gobierno autoritario. ¿Censurados? ¿Perseguidos? ¡Por favor! Si fueran invisibles nadie se enteraría de que existen. Están en todos los canales, todas las redes, todos los periódicos… es como gritar “¡me están silenciando!” mientras te ponen un altavoz frente a la cara. Y la cereza del pastel: van a Estados Unidos, el mismo país que silenció a Kimmel, a denunciar que en México no hay libertad de expresión. ¡Sí! Como pedirle consejos de vida a un tipo que te acaba de atropellar con su SUV.

Y aquí está la verdad que nadie quiere admitir: la censura siempre ha existido, y no es que vengan del gobierno o de conspiraciones raras… la censura real viene del dinero y del poder. Y la oposición mexicana lo sabe, pero fingen que son mártires porque, si dijeran la verdad, tendrían que admitir que su discurso de “censura” es solo marketing político. Solo quieren el micrófono para ellos, y cualquier voz incómoda es “censura”. Es infantil, patético, pero efectivo.

La moraleja es simple: libertad de expresión es un mito que depende de quién tenga el billete y el poder. Y mientras tanto, nosotros miramos el circo, entre risas y ganas de vomitar. Porque todo este show no es sobre censura real: es sobre hipocresía, sobre poder, sobre cómo los adultos siguen jugando a los berrinches políticos mientras todos los demás nos fregamos.

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