Hitler 2.0: el reboot que nadie pidió
La
humanidad tiene memoria corta, como pez dorado con Alzheimer. Hace
menos de un siglo un pintor frustrado con complejo de mesías incendió
medio planeta, y hoy todavía hay quienes dicen: “Bueno, pero al menos
hizo que los trenes llegaran a tiempo”. Esa es la semilla del desastre:
la nostalgia por el látigo.
Si
apareciera un Hitler 2.0, no usaría esvástica: demasiado anticuada,
demasiado evidente. Hoy se disfrazaría con traje slim fit, redes
sociales y un eslogan brillante: “Haz que [inserta nombre de país]
vuelva a ser puro”. Ya no necesitaría discursos en estadios, basta con
un algoritmo de TikTok que te repite cada día: “Tus problemas no son
culpa de la banca internacional, ni de la desigualdad, ni del sistema...
son culpa de esos inmigrantes mugrosos que quieren quitarte tu trabajo
de mierda”.
El nuevo
Führer no gritaría: “¡Sieg Heil!”, gritaría: “Like and subscribe”.
Porque hoy la obediencia no se mide en marchas militares, se mide en
clics, shares y hashtags virales.
El manual sería el mismo:
1. Crisis económica: si no existe, se inventa.
2. Un enemigo claro: migrantes, minorías sexuales, periodistas o cualquier grupo incómodo.
3. La promesa de orden: “Yo sí tengo huevos, yo sí pondré a este país en su lugar”.
4.
La militarización del patriotismo: ya no con desfiles de tanques, sino
con influencers vestidos de camuflaje vendiéndote camisetas que dicen
“Patria o muerte” mientras cobran en PayPal.
Y
ojo: no faltaría la clase media asustada que aplaude al tirano porque
cree que los ricos la van a dejar entrar a su club privado si le lame
las botas al poder. Spoiler: nunca pasa.
Lo
peor es que los mismos que creen estar luchando contra el
“totalitarismo woke” serían los primeros en besarle la bota al nuevo
dictador. Porque nada les excita más que un macho alfa gritándoles qué
hacer.
¿La ironía? El
fascismo moderno llegaría envuelto en la bandera de la libertad. Un tipo
diciéndote: “Aquí defendemos la democracia, por eso no hay elecciones.
Aquí defendemos la libertad, por eso te vigilamos las 24 horas. Aquí
defendemos la paz, por eso siempre estamos en guerra”.
Hitler
2.0 no necesitaría campos de concentración físicos: con big data y
reconocimiento facial te borra de la sociedad sin que te des cuenta. Ni
siquiera un disparo, solo un “error de sistema”. Un clic y tu cuenta
bancaria queda congelada. Un clic y tu nombre es borrado.
Y la gente aplaudiría. Porque cuando el miedo se convierte en religión, el verdugo siempre termina siendo el profeta.
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