sábado, 5 de julio de 2025

 La cirugía estética ya no es un lujo reservado para unos pocos: se ha convertido en un fenómeno cultural, social y psicológico. ¿Qué buscamos al modificar nuestros cuerpos? ¿Belleza? ¿Aceptación? ¿Control? Para reflexionar, hemos reunido —en un ejercicio imaginativo— a grandes figuras del pensamiento: no solo filósofos, sino también dos maestros espirituales que han marcado la historia de la humanidad.




Jesucristo: “La belleza del alma es la que transforma el mundo”

Jesús no juzgaría a quien se opera, pero lo invitaría a mirar más profundamente dentro de sí:

“No se preocupen por su cuerpo, qué han de vestir... miren los lirios del campo, que ni trabajan ni hilan, y ni Salomón se vistió como uno de ellos.”
(Mateo 6:28-29)

Para él, la obsesión por la apariencia exterior es una distracción del verdadero llamado: amar, sanar, perdonar. Si alguien recurre a la cirugía desde la inseguridad o el deseo de aprobación, Jesús le recordaría que su valor no está en su rostro, sino en su capacidad de amar y dar.

Y sin embargo, si una persona actúa desde el respeto a sí misma y no desde la vanidad o el juicio ajeno, Jesús la abrazaría igual, sin condena. Porque su mensaje fue siempre de compasión, no de castigo.


Buda: “Donde hay apego, hay sufrimiento”

Buda vería en la cirugía estética un síntoma de insatisfacción con el presente. El deseo de cambiar el cuerpo nace muchas veces del rechazo a lo que es, y ese rechazo es fuente de dolor.

“No hay fuego como la pasión, ni trampa como el deseo.”

Para él, la raíz del sufrimiento es el apego: al yo, al cuerpo, a una imagen ideal. Y todo lo que hacemos para sostener esa ilusión —como modificar el cuerpo para parecer jóvenes o “bellos”— solo refuerza el ciclo de insatisfacción.

Sin embargo, el budismo no predica la represión, sino la conciencia. Si una persona actúa con plena atención, sin aferrarse, sin obsesión, puede hacer cambios sin romper el equilibrio. La clave está en no confundir el cuerpo con el ser.


Una pregunta compartida

Cada figura nos ofrece una mirada distinta: ética, espiritual, existencial. Pero todas convergen en una misma pregunta:

¿Por qué hacemos lo que hacemos con nuestros cuerpos?

Si la respuesta nace de la libertad, la conciencia y el amor propio, entonces tal vez haya belleza en ello. Pero si nace del miedo, del juicio o del vacío, quizás sea momento de volver la mirada hacia dentro.


Modificar el cuerpo es fácil. Transformar la mirada con la que nos vemos… eso sí es un verdadero cambio.

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