El racismo estructural disfrazado de humor: el caso de Hugo Aguilar y la SCJN
En
los últimos días, una imagen circuló por redes sociales con la
intención de burlarse de Hugo Aguilar, uno de los ministros
recientemente elegidos para la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La imagen editada coloca su rostro en una botella de cerveza Indio,
acompañada de un comentario de Pedro Ferriz que lo llama "patrocinador
oficial de las sesiones de la SCJN". Este acto, aparentemente
humorístico, ha sido celebrado por figuras como Poncho Gutiérrez, quien
afirmó que "están voluntariamente derrotados". Lejos de ser una simple
broma, esta representación es un ejemplo claro de racismo estructural
que opera en distintos niveles dentro de la sociedad mexicana.
La
burla se sostiene sobre una base simbólica que asocia la palabra
"Indio" con algo vulgar, inculto o impropio para ocupar un cargo de alta
jerarquía institucional. El hecho de usar la etiqueta de una cerveza
popular para representar a Hugo Aguilar no es casual: se busca
deslegitimarlo no por sus ideas o acciones, sino por su apariencia
física y su origen social. En un país como México, donde los rasgos
indígenas siguen siendo motivo de discriminación, esta imagen refuerza
estereotipos históricos que consideran a lo indígena como inferior o
ajeno al poder.
A nivel
mediático, el involucramiento de figuras con influencia como Ferriz o
Gutiérrez agrava la situación. Al difundir esta clase de contenido, no
solo participan en la reproducción del racismo, sino que además lo
legitiman desde posiciones de poder simbólico. La ridiculización del
cuerpo y el rostro de Aguilar es una forma de decir que no pertenece a
la SCJN porque no encarna el ideal blanco, urbano y clasemediero que
ciertos sectores consideran adecuado para ocupar el poder judicial.
Socialmente,
la celebración de esta imagen nos revela qué valores siguen operando en
la conciencia colectiva. Muchas personas encuentran gracioso este tipo
de contenido porque están formadas en una cultura donde lo "indio" es
motivo de burla. Se trata de una violencia simbólica que funciona
precisamente porque se considera normal, cotidiana, inofensiva. Pero no
lo es. Cada risa valida una jerarquía racial que excluye a millones de
mexicanos del reconocimiento y la dignidad.
Finalmente,
en el plano institucional, la SCJN representa uno de los espacios de
mayor poder en el país. Que un hombre como Hugo Aguilar llegue a ese
lugar debería ser una señal de apertura y pluralidad. Pero la reacción
violenta y burlesca ante su imagen demuestra que para muchos, las
instituciones solo deben estar habitadas por ciertos cuerpos, ciertas
formas de hablar, ciertos fenotipos. Lo que se disputa, entonces, no es
solo la composición de la Corte, sino el derecho mismo a pertenecer.
Este
caso deja en evidencia que el racismo estructural no necesita leyes
para operar. Vive en las imágenes, en los chistes, en los silencios
cómplices. Se reproduce cuando permitimos que la burla sustituya al
argumento, que el color de piel pese más que las ideas, y que el
privilegio se defienda con memes. Es urgente desenmascarar estos
discursos y confrontarlos por lo que realmente son: actos de exclusión
que debilitan nuestra democracia.
Criticar a un ministro por su desempeño es válido. Burlarse de su apariencia, no. Eso no es crítica política. Es racismo.
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