viernes, 6 de mayo de 2022

 ¿De qué modo se consumó la neoliberalización, y quién la implementó? La respuesta, en países como Chile y Argentina en la década de 1970 fue tan simple como súbita, brutal y segura, ésto es, mediante un golpe militar respaldado por las clases altas tradicionales (así como también por el gobierno estadounidense), seguido de una represión salvaje de todos los vínculos de solidaridad instaurados en el seno de la fuerza de trabajo y de los movimientos sociales urbanos que tanto habían amenazado su poder. Pero la revolución neoliberal que suele atribuirse a Thatcher y a Reagan, después de 1979 tuvo que consumarse a través de medios democráticos. Para que se produjera un giro de tal magnitud fue necesaria la previa construcción del consentimiento político a lo largo de un espectro lo bastante amplio de la población como para ganar las elecciones. Lo que Gramsci llama «sentido común» (definido como «el sentido poseído en común») es lo que, de manera característica, cimienta el consentimiento. El sentido común se construye a partir de prácticas asentadas en el tiempo de socialización cultural a menudo hondamente enraizadas en tradiciones regionales o nacionales. No es lo mismo que el «buen juicio», que puede construirse a partir de la implicación crítica con las cuestiones de actualidad. Por lo tanto, el sentido común puede engañar, ofuscar, o encubrir profundamente problemas reales bajo prejuicios culturales. Los valores culturales y tradicionales (como la creencia en Dios y en el país, o las opiniones sobre la posición de las mujeres en la sociedad) y los miedos (a los comunistas, a los inmigrantes, a los extraños o a los «otros») pueden ser movilizados para enmascarar otras realidades. Pueden invocarse eslóganes políticos que enmascaran estrategias específicas debajo de dispositivos retóricos imprecisos. La palabra «libertad» resuena tan ampliamente dentro del sentido común de los estadounidenses que se convierte en un «botón que las elites pueden pulsar para acceder a la masas» con el fin de justificar prácticamente todo51. De este modo, Bush pudo justificar retrospectivamente la guerra de Iraq. Gramsci concluía, por lo tanto, que las cuestiones políticas se convierten en «insolubles» cuando se «disfrazan como culturales»52. Al tratar de comprender la construcción del consentimiento político, debemos aprender a extraer significados políticos de sus integumentos53 culturales. Así pues, ¿cómo, entonces, se generó el grado suficiente de consentimiento popular preciso para legitimar el giro neoliberal? Los canales a través de los cuales se llevó ésto a cabo fueron diversos. Poderosas influencias ideológicas circularon a través de las corporaciones, de los medios de comunicación y de las numerosas instituciones que constituyen la sociedad civil, como universidades, escuelas, iglesias, y asociaciones profesionales. Gracias a la «larga marcha» de las ideas neoliberales a través de estas instituciones, que Hayek ya había vaticinado en 1947, así como a la organización de think-tanks (con el respaldo y la financiación de la corporaciones), a la captura de ciertos segmentos de los medios de comunicación y a la conversión de muchos intelectuales a modos de pensar neoliberales, se creó un clima de opinión que apoyaba el neoliberalismo como el exclusivo garante de la libertad. Estos movimientos se consolidaron con posterioridad mediante la captura de partidos políticos y, por fin, del poder estatal. La apelación a las tradiciones y a los valores culturales fue muy importante en este proceso. Un proyecto manifiesto sobre la restauración del poder económico en beneficio de una pequeña elite probablemente no cosecharía un gran apoyo popular. Pero una tentativa programática para hacer avanzar la causa de las libertades individuales podría atraer a una base muy amplia de la población y de este modo encubrir la ofensiva encaminada a restaurar el poder de clase. Por otro lado, una vez que el aparato estatal efectuase el giro neoliberal, podía utilizar sus poderes de persuasión, cooptación, de soborno y de amenaza para mantener el clima de consentimiento necesario para perpetuar su poder.

David Harvey

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