martes, 1 de junio de 2021

 Aquellos que siguen las cuestiones del derecho internacional estarán más familiarizados con este tema; en derecho internacional existe algo llamado la fórmula de Hull, atribuida al Secretario de Estado de los EE.UU. de la administración de Franklin D. Roosevelt, Cordell Hull. Esta fórmula plantea lo que se conoce como “el estándar internacional mínimo de civilización”. Éste no implica hechos como el genocidio, la tortura u otros problemas marginales: más bien es —y cito— “el derecho a la compensación adecuada, efectiva e inmediata” por las propiedades expropiadas, donde la compensación completa debe ser de un “valor de mercado justo”, determinado por los propietarios que son expropiados. Éste es el estándar mínimo de civilización. En nuestros días, dicha fórmula se aplica realmente de manera bastante sutil. Es la base —la base oficial— para los embargos económicos americanos y para la guerra terrorista contra Cuba de los últimos 40 años, llevada a cabo a causa del fracaso cubano para alcanzar este mínimo estándar de civilización: es decir, por no poder ofrecer lo que Washington unilateralmente decidió que debía ser la compensación justa para la propiedad nacionalizada. Por otro lado, el principio no se aplica ni a los inversores ni al gobierno americanos que robaron las propiedades cubanas a finales de siglo, cuando Cuba se encontraba bajo la ocupación militar americana y consintió… bajo una ocupación militar, esto es, bajo la fuerza. Por tanto, allí la doctrina no se aplicó. Tampoco se aplicó al gobierno y los poderes privados americanos que robaron las posesiones británicas y españolas en Cuba y en Filipinas. Por ejemplo, la Compañía Ferroviaria de Manila, que pertenecía a España. Tras la sangrienta conquista de las Filipinas, los Estados Unidos eliminaron la concesión española, argumentando que estaba inspirada en motivos imperialistas españoles y, en consecuencia, era nula y vacía, por lo cual era bastante justo. Pero este caso es distinto del de las posesiones que Estados Unidos robó a Cuba y que ahora han sido nacionalizadas, esgrimiendo el fracaso cubano por alcanzar el estándar mínimo internacional de civilización. Estos principios esencialmente inamovibles, nos indican lo que realmente son los derechos humanos, lo que realmente son en el mundo real. Dejemos esto, pues, a un lado.

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