Hace aproximadamente un año, los tomates mejicanos fueron básicamente prohibidos, lo que supuso unas pérdidas de cerca de mil millones de dólares para los productores mejicanos, y se ha confirmado que la razón es que los consumidores americanos preferían los tomates mejicanos y los empresarios agrícolas de Florida se veían afectados. Muy poco tiempo después, la administración Clinton impuso aranceles extremadamente altos a los superordenadores japoneses —el otro polo de la economía—. La razón era la misma: los ordenadores japoneses eran mucho mejores, de modo que hubo que imponerles aranceles muy altos. En estos momentos se están tratando de prohibir las importaciones de acero porque están vendiendo más barato que los productores de acero americanos. Y esto no sucede solamente en los Estados Unidos, sino que ocurre en todo país industrial. De este modo, los países industriales en su conjunto crearon una especie de cártel del aluminio para mantener los precios en un nivel adecuado. La Unión Europea lo ha hecho siempre, Japón y otros también y así se repite la historia. La doctrina del libre mercado es buena para los niños pobres y para la gente del Tercer Mundo, pues deben aprender cómo terminar con el “ciclo de dependencia” y este tipo de cosas, pero no para la gente rica y poderosa. Eso es distinto.
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