martes, 1 de junio de 2021

 En aquella época, la zona más crítica del Tercer Mundo era —y de hecho sigue siendo— Oriente Medio. La razón de ello es porque se trata del lugar del mundo con mayores recursos energéticos y así será durante un futuro previsible. Aquí es de particular importancia el hecho de que los primeros beneficiarios no son la gente de la región. Los recursos deben estar bajo el control efectivo de los Estados Unidos y deben ser accesibles en términos que los EE.UU. consideren apropiados. Además, y más esencialmente, los enormes beneficios generados por la producción energética deben  manar en primer lugar hacia los Estados Unidos y, en segundo lugar, hacia su “joven socio” británico. Ése fue el término empleado por el Ministerio de Asuntos Exteriores Británico en 1945, de forma poco afortunada pero precisa, para describir su papel en el nuevo orden mundial —el de joven asociado de los Estados Unidos— y esto sigue siendo así. Los administradores locales, las dictaduras familiares que controlan el sistema petrolífero —que en su día los británicos llamaron la “fachada árabe” tras la cual ellos gobiernan— tienen como trabajo reciclar las ganancias para los beneficiarios apropiados: las corporaciones energéticas, en primer lugar, las de los EE.UU. y Gran Bretaña, el Departamento del Tesoro. Hay muchos otros mecanismos. La venta de armas, por ejemplo, es una de las mejores maneras de reciclar los petrodólares, los beneficios del petróleo, para aquellos a quienes corresponden, y así otros mecanismos de ese estilo. Naturalmente, estos arreglos generan conflictos de una forma continuada. Las poblaciones locales, de un modo u otro, no acaban de comprenderlo, pero eso continúa y es probable que se agrave mucho más en los próximos años. Hay una sencilla razón para que esto sea así, y es que existe consenso entre los geólogos de que, a pesar del bajo precio del petróleo en 1998, hay un problema que se avecina —quizás un grave problema.

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