En todos los países capitalistas avanzados, los gobiernos y los empresarios han unido esfuerzos para aumentar más la oferta de trabajo femenino. Para ambos, todavía hay demasiadas mujeres que dudan en trabajar jornadas completas, especialmente madres que son sospechosas de estar excesivamente dedicadas a sus hijos (o de utilizarlos como excusa para «no trabajar»). Mientras que para los empresarios la competencia por el lado de la oferta del mercado laboral nunca es suficiente, los gobiernos necesitan convertir el trabajo no pagado en trabajo pagado de manera que pueda ser objeto de tributación y así contribuya a financiar el sistema de asistencia social. Hacer que la gente abandone la ayuda social y se incorpore al «trabajo» también promete un muy necesitado alivio fiscal. Un grupo al que se apunta especialmente es de nuevo el de las madres solteras. Incorporarlas al empleo asalariado, especialmente al empleo a jornada completa, es, sin embargo, costoso en sí mismo y requiere provisiones habitualmente públicas para el cuidado de los niños, ya que el cuidado infantil privado está fuera del alcance de las personas con ingresos bajos.
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