sábado, 15 de diciembre de 2012

La democracía es una ilusión...triste verdad

Roberto Orozco Melo

Noreena Hertz pregunta, en su libro “El poder en la sombra” por qué necesitan tanto dinero los partidos políticos para funcionar en una democracia. La respuesta es contundente: “porque a falta de distinciones ideológicas claras, sólo pueden distinguirse por medio del gasto y las estrategias de la mercadotecnia”.

Hertz analiza el problema desde la experiencia en los países altamente desarrollados, pero si viniera a México podría obtener evidencias incontestables para apoyar sus tesis de economía política. Lo sucedido aquí con motivo de las elecciones presidenciales del año 2000 no fue sino el avance del futuro: los políticos van a ser sometidos por los grandes negocios, y las instituciones públicas intentarán imitar, unas tras otras, las estrategias y prácticas empresariales.
Antes de 1993 Vicente Fox Quesada era solamente un aguerrido vendedor de coca colas, pero le hacían cosquillas las responsabilidades públicas. El país estaba metido en un agujero negro con motivo del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato a la presidencia de la República, cuya sucesión entrañaba una incógnita. La puerta de la Constitución mexicana mantenía cogido el dedazo del presidente Carlos Salinas de Gortari con la disposición contenida en la fracción VI del artículo 82: sólo podía ser candidato a sucederlo quien hubiera solicitado licencia seis meses antes al cargo que ostentara en el gabinete oficial. Uno sólo, Ernesto Zedillo, vencía con holgura esa prevención.
Pero lo que realmente alarmó a Salinas y consecuentemente al gobierno de Washington fue el explosivo discurso pronunciado por Luis Donaldo Colosio ante el monumento a la Revolución Mexicana, el seis de marzo de 1993. Constituía una verdadera amenaza para el proyecto neoliberal y globalizador. Colosio se ponía al lado de las clases sociales marginadas y esto, desde el punto de vista de los 8 países industrializados del planeta, representaba un potencial retroceso en sus planes de integración del mercado mundial. A los 17 días el político sonorense estaba tendido en una plancha de mármol del nosocomio principal de Tijuana, cerca de Lomas Taurinas, donde había sido victimado.
Meses después Ernesto Zedillo Ponce de León, un político obsecuente a la normatividad globalizadora del país vecino, recibía una de las votaciones más nutridas de la historia electoral mexicana. Su gobierno sería de transición, pues alguna obscura oficina de Washington empezaba a preparar al próximo presidente, que lo sucedería: Vicente Fox Quesada, previamente designado gobernador de Guanajuato por Salinas de Gortari y el PAN. ¿Qué hizo Fox como gobernador? Viajar por todo el mundo bajo el pretexto de promover a su entidad federativa. En realidad buscaba que lo conocieran a él, que confiaran en él, que lo apoyaran en su camino a la Presidencia de la República. Fox logró su objetivo personal y hoy en día los planes del neoliberalismo mundial marchan exitosamente en territorio mexicano.
¿Cuáles fueron las claves del éxito electoral del actual mandatario mexicano? Tres sin duda y a la vista: La intensa campaña de desprestigio y destrucción de estructuras en contra del viejo PRI, fraguada desde la presidencia de Miguel de Lamadrid y acentuada en el sexenio de Salinas de Gortari. Las aportaciones multimillonarias de empresarios e instituciones paragubernamentales de otros países y algunas cuantas de empresarios mexicanos, Y finalmente la zorruna participación del presidente Ernesto Zedillo al implementar el marco político que permitió el triunfo del candidato de Acción Nacional: control sobre el PRI, astringencia de recursos destinados al PRI y un candidato de medianía del PRI para presidente de la República.
Una campaña para el Senado cuesta en Estados Unidos aproximadamente 6 millones de dólares. Para pagarla, los encargados de recaudar contribuciones privadas necesitan colectar 2 mil 750 dólares en cada día a lo largo de seis años. Obviamente cualquier cargo público en el vecino país constituye un privilegio reservado a los ricos. Organizar cenas de paga no daría para solventar tales costos. Lo que allá, como aquí, se pregunta el ciudadano medio es qué tan libres y asépticas serán unas elecciones en que solamente logren competir los millonarios. Y una cuestión más: ¿Qué tanto margen de autonomía de criterio y libertad de decisión tendrán los políticos así forjados?
La conclusión es fácil: el dinero compra influencias y apoyos legislativos. La política es una actividad destinada a producir utilidad a quienes la financian...
Si en los tiempos feudales el clero, la mano de obra y la fuerza militar fortalecían el poder de los príncipes y a sus familias, en la modernidad liberal y globalizadora los políticos van a trabajar por la mayor riqueza de sus financieros, los empresarios. El poder, después de todo, no estará tan en la sombra; los asombrados vamos a ser nosotros...

No hay comentarios:

Publicar un comentario