sábado, 15 de diciembre de 2012

Quién controla a los políticos


Rubén Benayas

 
Hoy en día son evidentes la degradación y la pérdida de dignidad de los políticos y, como consecuencia, la disminución de confianza hacia ellos de l@s ciudadan@s. Las promesas que se hacen durante las campañas electorales son luego incumplidas sistemáticamente, sin que los votantes tengan mecanismo alguno para reclamar lo prometido. Los políticos no han entendido que al acceder al poder no disponen de un cheque en blanco para actuar como les venga en gana. Normalmente, utilizan lo público para su enriquecimiento personal, o para favorecer a personas o intereses cercanos. Han ayudado a extender la percepción de que la política y los partidos políticos se han convertido en maquinarias que defienden sus intereses y espacios privados, alejados de las necesidades y reclamos del pueblo. Lamentablemente, con sus actuaciones se han convertido en normales el robo, la estafa, la difamación y la mentira.
Somos much@s ciudadan@s los que consideramos que no es suficiente votar una vez cada cuatro años. Las nuevas tecnologías permiten la construcción de mecanismos directos de información y participación, que controlen al poder político y permitan una soberanía real del pueblo. Deberíamos, l@s ciudadan@s, imponer algún tipo de mecanismo de control de la responsabilidad de los políticos,que les obligue a responder ante tod@s sobre las decisiones tomadas en el ejercicio de su cargo, y que contemple las promesas realizadas en campaña como un contrato entre el político y los votantes. Este contrato, al igual que le sucede a un trabajador cuando no cumple con su trabajo, tiene que poder rescindirse cuando el político no lo cumple.
No podemos admitir que un alcalde, o cualquier otro representante del pueblo, tome decisiones que comprometan a varias generaciones de ciudadanos sin consultarles, y sin rendir cuentas ante nadie en cuatro años. ¿Cuándo hemos sido consultados antes de tomar decisiones de gran calibre, sobre sanidad, educación, empleo, impuestos, etc.?
La ciudadanía comienza a defender la idea de que la delegación de poder que se hace en los representantes tiene que limitarse a los asuntos de administración ordinaria y al cumplimiento de sus programas electorales. Todas las grandes decisiones deben ser consultadas a los ciudadanos mediante referendos, consultas populares, plebiscitos, etc.
En definitiva, para que la actual democracia sea real, es necesario reducir el poder de los representantes y devolvérselo a los representados en forma de democracia directa. Para ello necesitamos la creación de una Ley de Responsabilidad Política que sancione los incumplimientos electorales, que garantice un acceso igualitario de todos los partidos a los recursos públicos y a los medios de comunicación, y que permita que los colectivos ciudadanos puedan tener iniciativa directa legislativa y ejecutiva, incluso promoviendo la revocación de mandatos. Es muy factible poner en práctica esta concepción de la democracia real en los municipios, donde el ciudadano tiene percepción directa sobre lo que hacen sus alcaldes y concejales.
 

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