Filantropía y poder: la ilusión de ayudar mientras se mantiene la desigualdad
Los
multimillonarios modernos que financian fundaciones y donaciones no
solo buscan mejorar la vida de algunos individuos; buscan conservar un
sistema que los mantiene en la cima. La filantropía, en muchos casos, no
cuestiona la acumulación extrema de riqueza, sino que legitima
moralmente a quienes la poseen.
Como
señala Chomsky, la riqueza concentrada tiene un doble efecto: permite a
los ricos moldear la opinión pública y proyectar una imagen de
generosidad, mientras que el sistema económico que perpetúa la
desigualdad permanece intacto. Así, regalar unos millones en nombre de
la caridad no es una acción de justicia social, sino un acto de
mantenimiento del poder.
En
este contexto, los grandes filántropos funcionan como administradores
del orden desigual, eligiendo a quién “ayudar” según sus propios
criterios, en lugar de transformar las condiciones que generan pobreza e
injusticia. La crítica no está en la acción de donar, sino en la
selección y el control que ejercen sobre la ayuda, manteniéndose como
los que deciden qué es lo correcto y quién merece recibirlo.
En
conclusión, la filantropía de los millonarios no debe evaluarse
únicamente por su impacto inmediato, sino por su función dentro de un
sistema que protege privilegios y evita cambios estructurales reales.
Ayuda sí, pero justicia, rara vez.
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