¿Por qué un clasista no se da cuenta de que lo es?
1. Porque el clasismo está normalizado en su entorno
Desde
la infancia, muchas personas crecen en burbujas donde se les enseña
—implícita o explícitamente— que hay personas “mejor” o “peor” según su
manera de hablar, vestir, vivir o incluso según el trabajo que tienen.
Si nunca han tenido que convivir de igual a igual con personas de otros
sectores sociales, no tienen razones para cuestionarlo.
>
Ejemplo: alguien que creció viendo a la trabajadora del hogar como
“parte de la familia” pero sin los mismos derechos, sin entender el
paternalismo que implica esa relación.
2. Porque se confunde privilegio con mérito
Muchas
veces, las personas que han crecido con ciertos privilegios creen que
todo lo que tienen lo merecen, y que los demás no han llegado a ese
nivel por falta de esfuerzo. Este discurso meritocrático borra las
condiciones estructurales que impiden avanzar a otros.
> “Yo trabajé duro para estar donde estoy” – sin mencionar las redes, herencias, educación pagada, contactos familiares, etc.
3. Porque solo se relaciona con personas de su mismo estrato
Esto
refuerza sus ideas, valores y percepciones del mundo. Si toda su red de
amistades, parejas, círculos de trabajo y ocio piensan parecido, es
difícil que se vea como parte de una minoría privilegiada. Es como vivir
en un espejo: todos reflejan lo mismo.
> No se confronta con realidades distintas, ni escucha otras voces con el mismo nivel de autoridad.
4. Porque ve el clasismo como algo “de otros”
Como
en el racismo, nadie se quiere asumir como clasista. Se piensa que el
clasista es el que trata mal a alguien, que insulta o que desprecia
abiertamente. Pero el clasismo también está en el lenguaje (“se ve muy
naco”), en las decisiones de contratación, en quién puede rentar en
ciertas zonas, o en con quién te casas.
> La autoimagen se protege: “yo no soy clasista, soy exigente” o “me junto con gente educada”.
5. Porque tener conciencia implicaría incomodidad y cambio
Aceptar
que uno ha sido clasista implica revisar sus actos, palabras,
decisiones, incluso romper vínculos o dejar de beneficiarse de ciertas
estructuras injustas. Y eso es algo que muchas personas no quieren
hacer.
> La conciencia cuesta: incomoda, duele, confronta, exige transformación.

Convivencia real con personas fuera de la burbuja de clase.
Educación crítica y reflexión histórica.
Escuchar a quienes han sido oprimidos sin invalidarlos.
Cuestionarse constantemente los privilegios y cómo se obtuvieron.
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