El mundo al reves

El
fascismo siempre ha tenido una obsesión: convertir la resistencia en
delito. Ahora VOX pretende que el antifascismo sea considerado
terrorismo.
Es decir: equiparar a quienes luchan
(luchamos) contra la opresión, la desigualdad y la violencia del
totalitarismo con quienes diseñaron campos de concentración, golpes de
Estado y guerras de exterminio.
Conviene
recordarlo: antifa no es una organización, ni una secta, ni una sigla
concreta. Es un concepto político y moral: la oposición al fascismo en
todas sus formas —nazismo, franquismo, falangismo, supremacismo blanco,
ultraderecha contemporánea—. Antifascismo es el tejido común que sostuvo
la resistencia en Europa contra Hitler y Mussolini, que defendió la
legalidad republicana en España y que hoy protege a las minorías frente
al odio.
Cuando un
partido como VOX señala al antifascismo como terrorismo, no está
persiguiendo una organización inexistente: está criminalizando la
defensa de la democracia misma. Quieren invertir los términos: que los
herederos ideológicos del franquismo se presenten como demócratas y que
quienes se les oponen sean vistos como criminales.
El
objetivo es claro: blanquear el fascismo y demonizar su antídoto
histórico. La derecha radical sabe que no puede borrar la palabra
“fascismo” de los libros de historia, pero sí intenta pervertir la
palabra “antifascismo”.
La pregunta que deberíamos hacernos es brutalmente sencilla:

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