sábado, 27 de septiembre de 2025

 El mundo al reves

✍️ Javier F. Ferrero

El fascismo siempre ha tenido una obsesión: convertir la resistencia en delito. Ahora VOX pretende que el antifascismo sea considerado terrorismo.
Es decir: equiparar a quienes luchan (luchamos) contra la opresión, la desigualdad y la violencia del totalitarismo con quienes diseñaron campos de concentración, golpes de Estado y guerras de exterminio.

Conviene recordarlo: antifa no es una organización, ni una secta, ni una sigla concreta. Es un concepto político y moral: la oposición al fascismo en todas sus formas —nazismo, franquismo, falangismo, supremacismo blanco, ultraderecha contemporánea—. Antifascismo es el tejido común que sostuvo la resistencia en Europa contra Hitler y Mussolini, que defendió la legalidad republicana en España y que hoy protege a las minorías frente al odio.

Cuando un partido como VOX señala al antifascismo como terrorismo, no está persiguiendo una organización inexistente: está criminalizando la defensa de la democracia misma. Quieren invertir los términos: que los herederos ideológicos del franquismo se presenten como demócratas y que quienes se les oponen sean vistos como criminales.

El objetivo es claro: blanquear el fascismo y demonizar su antídoto histórico. La derecha radical sabe que no puede borrar la palabra “fascismo” de los libros de historia, pero sí intenta pervertir la palabra “antifascismo”.

La pregunta que deberíamos hacernos es brutalmente sencilla:
👉 Si mañana ilegalizan el antifascismo, ¿qué quedará legal?

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