La falacia de la “elección” de Caputo: miedo y retórica en la política argentina
Luis
Caputo, ministro de Economía de Argentina bajo el gobierno de Javier
Milei, declaró recientemente que en 2027 la ciudadanía deberá decidir
entre “esto o el comunismo”. A primera vista, sus palabras buscan
presentar un escenario dramático: un país al borde de la disyuntiva
histórica, donde sólo existen dos opciones excluyentes. Sin embargo, un
análisis más detenido revela que esta construcción es, en gran medida,
una falsedad discursiva, una estrategia política diseñada para polarizar
y movilizar el electorado mediante el miedo.
Primero,
conviene señalar que Argentina no tiene un gobierno comunista ni un
sistema económico comunista en funcionamiento. La economía es
capitalista, con mercados activos, empresas privadas y propiedad privada
plenamente reconocida. Si bien existen partidos y movimientos que se
autodefinen como comunistas o de izquierda radical, su influencia
política es marginal y no representan una amenaza real de instaurar un
modelo comunista. En otras palabras, la “opción comunista” que Caputo
presenta como alternativa no existe en términos prácticos ni
estructurales.
Segundo,
la estrategia de polarización es evidente. Al plantear una elección
binaria entre “su modelo” y un peligro ideológico inexistente, Caputo
busca movilizar emociones más que racionalidades. Este tipo de discurso
crea un enemigo simbólico para consolidar la base electoral, apelando al
miedo más que a la deliberación informada. La retórica del comunismo
funciona como etiqueta y fantasma, un artificio para convertir la
política en espectáculo y la elección en una narrativa de urgencia
histórica, cuando en realidad se trata de decisiones económicas y
sociales dentro de un marco democrático capitalista.
Además,
la falacia se profundiza cuando se observa el contexto político. La
polarización y la dramatización de los riesgos son tácticas recurrentes
de Milei y su equipo para captar atención mediática y justificar
políticas económicas impopulares. Presentar un país al borde de un
supuesto comunismo permite desviar la discusión de problemas reales:
inflación, desempleo, deuda externa y desigualdad estructural.
En
conclusión, la afirmación de Caputo no refleja la realidad política ni
económica de Argentina, sino que es una construcción discursiva con
fines estratégicos. La dicotomía que plantea es falsa: no hay un
comunismo presente ni un riesgo inminente de que lo haya. Lo que sí
existe es una táctica política que transforma el miedo en herramienta
electoral. Reconocer esta falsedad no es un acto de neutralidad, sino de
claridad frente a la manipulación discursiva: el ciudadano informado
puede así separar la amenaza real de la amenaza imaginaria y tomar
decisiones políticas conscientes, en lugar de guiadas por fantasmas
fabricados.
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