“Millonarios: genios absolutos… según ellos mismos”
Algunos
nacen líderes, otros se hacen millonarios, y un puñado combina las dos
cosas con una confianza que raya en lo ridículo. Elon Musk y Ricardo
Salinas Pliego representan al 100% ese tipo de personaje: si tienen
dinero, automáticamente saben todo mejor que tú, que yo… que cualquiera.
Porque, claro, ¿quién se atrevería a cuestionar a alguien que puede
comprarse un cohete o un canal de televisión?
Musk
tuitea como si fuera un filósofo intergaláctico. Un día promete
colonizar Marte, al siguiente vender autos eléctricos que se conducen
solos… y mientras tanto, millones lo celebran como si fuera Newton o
Einstein. Lo importante no es que funcione o no; lo importante es que él
lo dijo y, por lo tanto, es verdad, aunque la física y la lógica tengan
otra opinión.
Salinas
Pliego, por su parte, parece tener un manual de cómo convencer al mundo
de que ser rico equivale a ser brillante. Compra medios, reparte
discursos triunfalistas, y de repente, cualquiera que cuestione su
criterio parece envidioso, ignorante o “poco emprendedor”. La realidad
importa poco; lo que importa es la percepción de grandeza que genera su
dinero.
Este tipo de confianza no es sabiduría. Es autoengaño reforzado
por privilegio y adulación. El mundo sigue ahí, con problemas reales, y
ellos viven en su burbuja de genio absoluto. Y lo más divertido (y
trágico) es que mucha gente se lo cree, porque es más fácil admirar a
quien tiene dinero que enfrentar la realidad de tu propia vida y tus
propias limitaciones.
En
otras palabras: el dinero no compra inteligencia, pero sí puede comprar
la ilusión de que la tienes… y la de que todos los demás son tontos. Y
mientras tanto, el resto del mundo solo mira, sacude la cabeza y piensa:
“¿en serio alguien les cree?”.
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