La falacia del “poco sueldo, mucha corrupción”
“Si
gana poco, se corromperá.” Esta frase la escuchamos una y otra vez,
como mantra de quienes deciden los sueldos de los políticos. Suena casi
científica, ¿no? La necesidad genera corrupción, y listo. Pero aquí está
el truco: es una falacia, y funcional a las élites. Porque simplifica
un fenómeno complejo como la corrupción a una sola variable: el dinero.
La
corrupción no nace solo de la falta de salario. Surge del carácter de
cada persona, de la cultura institucional que tolera abusos, de la
impunidad, de las redes de poder, y sí, de la codicia humana. ¿Crees que
los ricos son inmunes solo porque tienen más dinero? La historia está
llena de banqueros, empresarios y políticos que tenían “suficiente” y
aun así se corrompieron por deseo de más. La corrupción es, en buena
medida, una elección, no un déficit salarial.
Este
discurso también sirve a un propósito claro: justificar sueldos
exorbitantes para quienes ya controlan recursos, mientras se nos hace
creer que el dinero es el remedio moral. Así, se convierte en una
narrativa cómoda para las élites: “Si los funcionarios fueran bien
pagados, nadie se corrompería”. Pero nadie habla de la vigilancia
social, de las instituciones fuertes ni de los límites éticos. Es más
fácil culpar al pobre o al funcionario promedio que cuestionar al
sistema.
La verdad
incómoda es que todos somos susceptibles de corrompernos ante la
oportunidad, pero eso no convierte la honestidad en un mito. Depende de
valores, de reglas claras y de estructuras que no permitan que el poder y
la codicia se salgan con la suya.
Así
que la próxima vez que alguien te diga que “un político se corrompe
porque gana poco”, recuerda: es una falacia, diseñada para proteger
intereses, no una ley de la naturaleza. La corrupción no se compra con
dinero; se cultiva en la impunidad y se perpetúa en el silencio de
quienes podrían detenerla.
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