sábado, 27 de septiembre de 2025

 La falacia del “poco sueldo, mucha corrupción”


“Si gana poco, se corromperá.” Esta frase la escuchamos una y otra vez, como mantra de quienes deciden los sueldos de los políticos. Suena casi científica, ¿no? La necesidad genera corrupción, y listo. Pero aquí está el truco: es una falacia, y funcional a las élites. Porque simplifica un fenómeno complejo como la corrupción a una sola variable: el dinero.

La corrupción no nace solo de la falta de salario. Surge del carácter de cada persona, de la cultura institucional que tolera abusos, de la impunidad, de las redes de poder, y sí, de la codicia humana. ¿Crees que los ricos son inmunes solo porque tienen más dinero? La historia está llena de banqueros, empresarios y políticos que tenían “suficiente” y aun así se corrompieron por deseo de más. La corrupción es, en buena medida, una elección, no un déficit salarial.

Este discurso también sirve a un propósito claro: justificar sueldos exorbitantes para quienes ya controlan recursos, mientras se nos hace creer que el dinero es el remedio moral. Así, se convierte en una narrativa cómoda para las élites: “Si los funcionarios fueran bien pagados, nadie se corrompería”. Pero nadie habla de la vigilancia social, de las instituciones fuertes ni de los límites éticos. Es más fácil culpar al pobre o al funcionario promedio que cuestionar al sistema.

La verdad incómoda es que todos somos susceptibles de corrompernos ante la oportunidad, pero eso no convierte la honestidad en un mito. Depende de valores, de reglas claras y de estructuras que no permitan que el poder y la codicia se salgan con la suya.

Así que la próxima vez que alguien te diga que “un político se corrompe porque gana poco”, recuerda: es una falacia, diseñada para proteger intereses, no una ley de la naturaleza. La corrupción no se compra con dinero; se cultiva en la impunidad y se perpetúa en el silencio de quienes podrían detenerla.

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