Karl Marx podría haber criticado a los cantantes que acumulan grandes riquezas y a quienes les entregan ese dinero desde su teoría crítica del capitalismo, enfocándose en varios puntos clave:
1. Alienación y fetichismo de la mercancía
Marx
habría argumentado que los cantantes, como parte de la industria
cultural, se convierten en mercancías ellos mismos. La música deja de
ser una expresión artística libre y se transforma en un producto
comercial, con valor de cambio más que valor de uso. El público, a su
vez, cae en el fetichismo de la mercancía: no ve el proceso social de
producción detrás del espectáculo (trabajadores técnicos, explotación
laboral en la industria), sino que idolatra al producto final (el
cantante).
2. Acumulación y desigualdad
Marx
criticaría la forma en que el sistema permite la acumulación de enormes
riquezas en manos de unos pocos artistas mientras millones de
trabajadores viven en condiciones precarias. Aunque estos cantantes no
sean "capitalistas industriales", reproducen las lógicas del
capitalismo: generan plusvalía a través de merchandising, giras,
contratos, etc., y muchas veces se apoyan en estructuras empresariales
que explotan mano de obra.
3. Falsa conciencia
Desde
la teoría marxista, el público que entrega voluntariamente su dinero
podría estar actuando bajo una falsa conciencia: creen que al consumir
música o asistir a conciertos están realizando un acto libre, pero en
realidad están reforzando un sistema que perpetúa la desigualdad. Marx
diría que están distraídos por el entretenimiento mientras el sistema
continúa explotándolos.
4. Crítica al papel ideológico de la cultura
Para
Marx, la cultura en el capitalismo tiende a ser un mecanismo de control
ideológico. Los ídolos musicales podrían ser vistos como instrumentos
que desvían la atención de las masas de las verdaderas luchas de clase,
promoviendo valores consumistas, individualismo o la falsa esperanza de
ascenso social a través del éxito personal.
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