¿Hasta cuándo se es joven? La obsesión por negarse a envejecer
A
menudo escuchamos que alguien que muere a los 50 o 60 años "murió
joven". Esta frase, aunque común, merece una pausa: ¿realmente es joven
alguien de esa edad? ¿O estamos ante una expresión emocional influida
por una cultura que se resiste a envejecer?
Desde
un punto de vista médico o biológico, el envejecimiento tiene etapas
claras. Generalmente, la juventud termina alrededor de los 29 o 30 años.
Luego viene la adultez temprana, la adultez media (40 a 64 años), y
finalmente la vejez, a partir de los 65 años, según organismos como la
OMS. Bajo esta clasificación, morir a los 50 o 60 años es morir en la
madurez, no en la juventud.
Entonces,
¿por qué decimos que murieron jóvenes? Porque en el fondo no estamos
hablando de edad, sino de potencial. Decimos "murió joven" cuando
sentimos que la persona aún tenía proyectos, vitalidad, o simplemente,
porque no esperábamos su partida. Pero también lo decimos porque vivimos
en una sociedad que idolatra la juventud.
Hoy
más que nunca se nos vende la idea de que envejecer es casi un error.
Se estiran los límites de lo que se considera "joven", apoyados por
avances en la salud, la cosmética, la moda y la tecnología. A los 40, 50
o incluso 60 años, muchas personas se sienten presionadas a lucir y
actuar como si tuvieran 30. Esta cultura del "eterno joven" nos hace ver
la vejez no como una etapa digna, sino como algo que debe posponerse o
disimularse.
Pero negar
la vejez es también negar parte de la vida. Es rechazar el valor de la
experiencia, del aprendizaje acumulado, de la serenidad que muchas veces
sólo llega con los años. Quizá no se trata de decidir si alguien de 60
años era joven o viejo, sino de dejar de usar esos términos como elogio o
crítica.
En vez de temer
envejecer, podríamos comenzar a resignificarlo. Envejecer no es lo
contrario de vivir, es la prueba de que hemos vivido. Y tal vez, cuando
aceptemos eso, dejemos de usar la palabra "joven" como sinónimo de
"valioso".
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