miércoles, 27 de abril de 2022

  Por razones evidentes, todo fabricante procura estimular al consumidor para hacerle experimentar la necesidad de los productos que fabrica. Muchos institutos de investigación «científica» se ocupan exclusivamente de aclarar esta cuestión: ¿cuáles son los medios más adecuados para alcanzar ese objetivo absolutamente reprochable? La gran masa consumidora es tan ingenua —sobre todo a causa de los fenómenos discutidos en los capítulos I y VII — que se deja dirigir dócilmente por los métodos elaborados mediante la investigación de la opinión y la publicidad. Por ejemplo, nadie se rebela cuando debe pagar, al adquirir un tubo de pasta dentífrica o una hoja de afeitar, el importe de un envase con finalidad puramente propagandística y con un coste que casi siempre equivale al de la mercancía comprada, cuando no lo supera.

    Las lujosas estructuras resultantes del diabólico ciclo constituido por el crecimiento de producción y necesidades con acoplamiento regenerativo, acarreará el desastre, tarde o temprano, a los países occidentales y, sobre todo, a los Estados Unidos, ya que su población no podrá seguir compitiendo ventajosamente con las de los países orientales, menos mal acostumbradas y más sanas. Así pues, los gobernantes capitalistas dan pruebas de una miopía extremada al mantener hasta ahora ese curso consistente en recompensar al consumidor elevando su «nivel de vida» e imponiéndole, por ende, la «condición» de proseguir su competencia causante de alta presión sanguínea y alteraciones nerviosas con el prójimo.

Konrad Lorenz

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