Cuando se produjo la implosión del comunismo en 1989, se consideró el triunfo final del capitalismo, el «fin de la historia». Incluso ahora, después de 2008, la Vieja Izquierda sigue al borde de la extinción en todas partes, y una nueva Nueva Izquierda sigue sin aparecer. Las masas, tanto las pobres y sin poder como las que son relativamente pudientes, parecen estar firmemente atrapadas por el consumismo; y los bienes colectivos, la acción colectiva y la organización colectiva, completamente pasadas de moda. Puesto que el capitalismo es el único superviviente, ¿por qué no va a continuar aunque solo sea por defecto? A primera vista existen muchas razones para no declarar muerto al capitalismo, a pesar de todas las señales históricas de mal agüero. Respecto a la desigualdad, la gente puede acostumbrarse a ella, especialmente con la ayuda de diversiones públicas y represión política. Además, abundan los ejemplos de gobiernos que son reelegidos tras recortar el gasto social y privatizar los servicios públicos con el objetivo de aplicar una política monetaria ortodoxa beneficiosa para los propietarios del dinero. Respecto al deterioro medioambiental, tiene lugar con lentitud en comparación con la duración de la vida humana individual, así que se puede negar mientras se aprende a convivir con el mismo. Los avances tecnológicos con los que se compra tiempo, como el fracking, nunca pueden ser descartados, y si la capacidad pacificadora del consumismo tiene límites, está claro que estamos lejos de alcanzarlos. Además, la adaptación a regímenes de trabajo que ocupan más tiempo y consumen más vida puede ser interpretada como un desafío competitivo, una oportunidad para el desarrollo personal. Las definiciones culturales de la vida buena han sido siempre muy maleables y pueden perfectamente estirarse aún más para estar a la altura del progreso de la mercantilización, por lo menos mientras los desafíos radicales o religiosos a la reeducación procapitalista puedan ser suprimidos, ridiculizados o marginados de alguna forma. Para terminar, la mayoría de las teorías del estancamiento actual se aplican solo a Occidente, o solo a Estados Unidos, no a China, Rusia, India o Brasil: países a los que puede estar a punto de migrar la frontera del crecimiento económico, con extensas tierras vírgenes esperando a convertirse en los receptores del progreso capitalista
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