viernes, 26 de febrero de 2021

 Mike Battles supo expresarlo mejor: "Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa”.  El ex agente de la CIA de treinta y cuatro años se refería al caos posterior a la invasión de Irak, y cómo gracias a eso su empresa de seguridad privada, Custer Battles, desconocida y sin experiencia en el campo, pudo obtener contratos de servicios otorgados por el gobierno federal por valor de unos 100 millones de dólares. 21 Sus palabras podrían constituir el eslogan del capitalismo contemporáneo: el miedo y el desorden como catalizadores de un nuevo salto hacia delante. Cuando me puse a investigar sobre la relación entre los enormes beneficios de las empresas y las grandes catástrofes, pensé que me hallaba frente a un cambio radical en la forma en que la "liberalización” de mercados se desarrollaba en todo el mundo. Durante mi implicación en el movimiento contra el poder de las empresas que hizo su primera aparición global en Seattle en 1999, ya había sido testigo de políticas parecidas, que favorecían a las grandes multinacionales y se imponían en las cumbres de la Organización Mundial de Comercio, a menudo contra la voluntad de los países desfavorecidos, bajo amenaza de negarles los préstamos del Fondo Monetario Internacional si se oponían a ellas. Las tres grandes medidas habituales -privatización, desregulación gubernamental y recortes en el gasto social-solían ser muy impopulares entre la gente, pero con el establecimiento de acuerdos firmados y una parafernalia oficial, al menos se sostenía el pretexto del consentimiento mutuo entre los gobiernos que negociaban, así como una ilusión de consenso entre los supuestos expertos.

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