Cuando alguien que viene de un contexto privilegiado o “alejado del pueblo” dice que celebra el Halloween y no día de muertos, entran en juego varias reflexiones:
1.
Desconexión de la cultura propia: Puede ser un síntoma de
distanciamiento social e identitario. Para alguien con recursos,
educación o exposición a lo global, “Halloween” puede sentirse más
moderno o sofisticado que una tradición que conecta con las raíces
populares y ancestrales.
2.
El privilegio de elegir la cultura que conviene: Decir “celebro
Halloween, no Día de Muertos” es un lujo: no es una necesidad de
adaptarse a un mundo moderno, es una elección estética. Y muchas veces,
estas elecciones se perciben como un desprecio, consciente o
inconsciente, hacia las tradiciones populares.
3.
Performatividad cultural: Cuando figuras públicas hacen estas
declaraciones, puede ser una manera de “distanciarse” del pueblo y al
mismo tiempo proyectar una imagen cosmopolita o cool. Esto no
necesariamente es mala intención, pero sí habla de cómo se construyen
identidades desde la élite cultural.
4.
Reflexión crítica: La situación nos invita a preguntarnos por qué
ciertas tradiciones se valoran menos frente a influencias externas, y
cómo la clase, el acceso a lo global y la educación moldean nuestra
relación con la cultura popular. No es solo un gusto personal, sino
también un indicador social.
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