martes, 16 de septiembre de 2025


馃敟 Salvador Allende: morir de pie por una convicci贸n

En un continente marcado por la desigualdad, las dictaduras y la traici贸n, Salvador Allende representa uno de los ejemplos m谩s nobles de la pol铆tica como entrega y sacrificio. M茅dico de profesi贸n, marxista por convicci贸n, presidente de Chile por decisi贸n popular. Allende encarn贸 lo que tantos han proclamado y tan pocos han vivido: el poder como herramienta de justicia, no de beneficio personal.

Elegido por el pueblo, fiel hasta el final

Cuando lleg贸 a la presidencia en 1970, Allende sab铆a que gobernar铆a contra corriente. No s贸lo contra la derecha chilena, sino contra las 茅lites econ贸micas del pa铆s, los medios de comunicaci贸n, y sobre todo, los intereses del imperialismo norteamericano que no toleraba un gobierno socialista electo democr谩ticamente en su “patio trasero”.

A煤n as铆, Allende no retrocedi贸. En lugar de moderarse para agradar a los poderosos, profundiz贸 su compromiso: nacionaliz贸 el cobre, impuls贸 la reforma agraria, fortaleci贸 los derechos laborales y ampli贸 el acceso a la salud y la educaci贸n. Sab铆a que esos pasos lo pon铆an en peligro, pero no gobernaba para 茅l. Gobernaba para el pueblo.

El 煤ltimo discurso

El 11 de septiembre de 1973, mientras los aviones bombardeaban La Moneda y los traidores del Ej茅rcito ejecutaban el golpe de Estado, Allende no huy贸. No escap贸, no pact贸, no pidi贸 asilo. Se puso su casco, tom贸 un fusil que le hab铆a regalado Fidel Castro y resisti贸 hasta el final en el palacio presidencial, con sus convicciones intactas.

Antes de morir, pronunci贸 un discurso por radio que todav铆a estremece:

> “Colocado en un trance hist贸rico, pagar茅 con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podr谩 ser segada definitivamente.”


En tiempos donde los l铆deres se esconden detr谩s de sus asesores o cambian de opini贸n por una encuesta, Allende eligi贸 morir antes que traicionar su proyecto.

Coherencia que duele

Allende pudo haber vivido. Pudo haber exiliado su cuerpo, como hicieron tantos. Pero no quiso exiliar su causa. Su muerte no fue s贸lo una tragedia personal, sino una denuncia al mundo: as铆 trata el sistema a quien se atreve a gobernar para los pobres con honestidad.

Hoy, su figura incomoda a unos y emociona a otros. Pero nadie puede decir que fue tibio, ni que minti贸, ni que gobern贸 para s铆 mismo. Allende muri贸 como vivi贸: fiel a su gente, a sus ideas, y a su palabra.


Salvador Allende no fue un m谩rtir por accidente. Fue un presidente que eligi贸 la dignidad incluso frente a la muerte. En un mundo donde la pol铆tica suele claudicar ante el miedo o la ambici贸n, Allende nos recuerda que hay quienes prefieren caer de pie, antes que vivir de rodillas.

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