Los padres fundadores frente al Estados Unidos de hoy
Si
los padres fundadores de Estados Unidos pudieran regresar de sus tumbas
y caminar por las calles del país que ayudaron a crear, se sentirían
atrapados en una ironía cruel. Su experimento de república nació con
discursos encendidos sobre la libertad, la autonomía del ciudadano y la
desconfianza hacia el poder concentrado. Hoy, sin embargo, verían un
escenario que contradice buena parte de aquello que dejaron escrito en
documentos que se siguen citando, pero ya casi nadie respeta.
La traición a Jefferson y Franklin
Thomas
Jefferson insistía en que un gobierno debía temer al pueblo, no al
revés. Pero basta mirar la militarización de las ciudades, la vigilancia
digital y la represión de las protestas para advertir lo contrario: es
la gente quien teme a las instituciones. Benjamin Franklin advertía que
sacrificar libertad por seguridad era el camino hacia perder ambas; el
presente le da la razón. En nombre de la seguridad nacional, se han
normalizado la censura, el espionaje masivo y la criminalización de la
disidencia.
Madison y Washington: advertencias ignoradas
James
Madison, obsesionado con limitar al poder, se encontraría con un
aparato estatal que concentra fuerza militar, tecnológica y mediática
nunca antes vista. George Washington, que en su discurso de despedida
alertó contra los partidos políticos y el faccionalismo, vería cómo su
advertencia se convirtió en caricatura: dos partidos atrincherados que
ya no gobiernan, sino que libran una guerra civil fría donde el
ciudadano común es un daño colateral.
La libertad de expresión como espejismo
La
Primera Enmienda fue pensada como garantía de un pueblo capaz de
incomodar al poder. Pero en la práctica actual, la libertad de expresión
se reduce a un eslogan mientras los grandes medios deciden qué voces se
escuchan y cuáles son silenciadas. Manifestarse puede costar cárcel,
gases lacrimógenos o campañas de difamación en redes. Lo que alguna vez
fue un derecho sagrado se ha convertido en un permiso condicionado.
El epitafio de un experimento
Es
cierto: los padres fundadores no eran santos. Algunos eran esclavistas,
aristócratas y pragmáticos. Pero tenían claro que la democracia debía
ser un muro contra la tiranía. Si vieran lo que hoy ocurre en su país,
probablemente dirían:
“Construimos una república para que el pueblo gobernara al gobierno, no para que el gobierno domesticara al pueblo.”
El
gran experimento americano sigue existiendo, pero cada vez más como
espectáculo de marketing que como realidad. Y ahí está la paradoja:
Estados Unidos cita a sus fundadores como si fueran profetas, pero
gobierna como si nunca hubieran existido.
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