jueves, 18 de septiembre de 2025

 Polarizar: la etiqueta que esconde a los verdaderos responsables


Cuando se habla de desigualdad, de corrupción o de racismo en las élites económicas, la respuesta inmediata suele ser: “no polaricen”. Con esa palabra, las clases dominantes buscan transformar la denuncia legítima en un acto negativo, como si el verdadero problema fuera señalar la injusticia y no la injusticia misma.

1. El mito de que “todos aportamos lo mismo”

En México, el 1% más rico concentra cerca del 43% de la riqueza del país (datos de Oxfam, 2022). Sin embargo, el sistema fiscal está diseñado para que quienes más tienen paguen proporcionalmente menos.

Según la CEPAL, en América Latina la evasión y elusión fiscal de las élites equivale al 6.1% del PIB regional.

En México, la condonación de impuestos entre 2007 y 2018 alcanzó 400 mil millones de pesos (SAT, 2019).

Hablar de esto no es “polarizar”; es mostrar cómo los más ricos han tenido trato preferencial mientras la mayoría paga IVA y otros impuestos sin escapatoria.

2. La corrupción no es del ciudadano común

Se acusa a la población de “dar mordidas” y se iguala a todos en la corrupción, pero los grandes escándalos provienen de la élite:

Odebrecht entregó sobornos multimillonarios en México, Brasil, Perú y otros países para asegurar contratos.

En 2021, Pandora Papers reveló a empresarios y políticos latinoamericanos escondiendo fortunas en paraísos fiscales.

¿Denunciar eso divide? No. Lo que divide es que mientras un ciudadano enfrenta sanciones por un atraso en el predial, un magnate puede esconder millones sin consecuencia.

3. El racismo disfrazado de “diferencias culturales”

En México, la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS, 2022) mostró que el 23% de la población indígena reporta discriminación directa por su color de piel o forma de hablar.
Las élites suelen minimizarlo diciendo que hablar de racismo es “enfrentar a la sociedad”, cuando en realidad lo que fractura es la exclusión histórica.

4. Polarización como estrategia discursiva

El uso de “polarizar” no es nuevo. En América Latina, cada vez que un movimiento social o gobierno progresista busca cobrar más impuestos a los ricos o redistribuir la riqueza, se acusa de “sembrar división”:

Cuando Evo Morales nacionalizó hidrocarburos en Bolivia, se le acusó de “polarizar”.

Cuando Lula da Silva en Brasil implementó Bolsa Familia, se dijo que “creaba división de clases”.

En México, el simple hecho de transparentar condonaciones fiscales a empresarios fue catalogado como “populismo que polariza”.


Reflexión final

La palabra “polarizar” funciona como un escudo: convierte a la víctima en culpable por atreverse a hablar. Así, en vez de cuestionar a los verdugos, se intenta silenciar a quienes se organizan para defenderse.

Lo que realmente polariza no es denunciar, sino vivir en un país donde unos pocos concentran privilegios y la mayoría enfrenta precariedad. Nombrar esa realidad no genera división: la expone, y al exponerla abre la posibilidad de cambiarla.


No hay comentarios:

Publicar un comentario