Polarizar: la etiqueta que esconde a los verdaderos responsables
Cuando
se habla de desigualdad, de corrupción o de racismo en las élites
económicas, la respuesta inmediata suele ser: “no polaricen”. Con esa
palabra, las clases dominantes buscan transformar la denuncia legítima
en un acto negativo, como si el verdadero problema fuera señalar la
injusticia y no la injusticia misma.
1. El mito de que “todos aportamos lo mismo”
En
México, el 1% más rico concentra cerca del 43% de la riqueza del país
(datos de Oxfam, 2022). Sin embargo, el sistema fiscal está diseñado
para que quienes más tienen paguen proporcionalmente menos.
Según la CEPAL, en América Latina la evasión y elusión fiscal de las élites equivale al 6.1% del PIB regional.
En México, la condonación de impuestos entre 2007 y 2018 alcanzó 400 mil millones de pesos (SAT, 2019).
Hablar
de esto no es “polarizar”; es mostrar cómo los más ricos han tenido
trato preferencial mientras la mayoría paga IVA y otros impuestos sin
escapatoria.
2. La corrupción no es del ciudadano común
Se
acusa a la población de “dar mordidas” y se iguala a todos en la
corrupción, pero los grandes escándalos provienen de la élite:
Odebrecht entregó sobornos multimillonarios en México, Brasil, Perú y otros países para asegurar contratos.
En 2021, Pandora Papers reveló a empresarios y políticos latinoamericanos escondiendo fortunas en paraísos fiscales.
¿Denunciar
eso divide? No. Lo que divide es que mientras un ciudadano enfrenta
sanciones por un atraso en el predial, un magnate puede esconder
millones sin consecuencia.
3. El racismo disfrazado de “diferencias culturales”
En
México, la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS, 2022) mostró
que el 23% de la población indígena reporta discriminación directa por
su color de piel o forma de hablar.
Las élites
suelen minimizarlo diciendo que hablar de racismo es “enfrentar a la
sociedad”, cuando en realidad lo que fractura es la exclusión histórica.
4. Polarización como estrategia discursiva
El
uso de “polarizar” no es nuevo. En América Latina, cada vez que un
movimiento social o gobierno progresista busca cobrar más impuestos a
los ricos o redistribuir la riqueza, se acusa de “sembrar división”:
Cuando Evo Morales nacionalizó hidrocarburos en Bolivia, se le acusó de “polarizar”.
Cuando Lula da Silva en Brasil implementó Bolsa Familia, se dijo que “creaba división de clases”.
En México, el simple hecho de transparentar condonaciones fiscales a empresarios fue catalogado como “populismo que polariza”.
Reflexión final
La
palabra “polarizar” funciona como un escudo: convierte a la víctima en
culpable por atreverse a hablar. Así, en vez de cuestionar a los
verdugos, se intenta silenciar a quienes se organizan para defenderse.
Lo
que realmente polariza no es denunciar, sino vivir en un país donde
unos pocos concentran privilegios y la mayoría enfrenta precariedad.
Nombrar esa realidad no genera división: la expone, y al exponerla abre
la posibilidad de cambiarla.
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