Aquí van algunas razones por las que los militantes muchas veces no logran ser tomados en cuenta o permiten que una élite política se perpetúe:
1.
Control de las estructuras del partido: Muchos partidos están dominados
por cúpulas o "caciques" que controlan los recursos, las candidaturas y
las decisiones. Esto desalienta la participación crítica o la
competencia interna real.
2.
Falta de democracia interna: Aunque en teoría los partidos deben tener
procesos democráticos para elegir candidatos, en la práctica muchos
están marcados por el "dedazo", acuerdos entre élites o elecciones
internas manipuladas.
3.
Desigualdad económica: Las campañas y los puestos políticos muchas
veces requieren recursos económicos y redes de poder que los militantes
de base no tienen. Esto deja el campo libre a personas de clase alta o
con respaldo empresarial.
4.
Miedo a represalias o exclusión: Alzar la voz dentro del partido puede
significar ser marginado o vetado en futuras oportunidades. Esto genera
autocensura entre muchos militantes.
5.
Falta de organización de base: Aunque hay muchos militantes
inconformes, no siempre están organizados para presionar por reformas
internas. La atomización debilita su capacidad de exigir cambios.
6.
Promesas de futuro: A veces, las dirigencias mantienen a los militantes
fieles con la esperanza de que "algún día les tocará", generando una
dependencia simbólica.
7.
Normalización del clientelismo: En algunos contextos, los militantes se
acostumbran a recibir pequeños beneficios a cambio de lealtad, en lugar
de exigir poder real o representación.
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