El 16 de marzo de 1968, en pleno auge de la Guerra de Vietnam (1959-1975), en la aldea de Mylai, parte del pueblo de Song My, situado en la provincia de Quang Ngai de Vietnam del Sur, cientos de ancianos, mujeres y niños fueron asesinados a sangre fría por un grupo de alrededor de treinta soldados de la compañía Charlie, un pelotón de infantería del ejército de los Estados Unidos. Pese a que la masacre no fue un hecho aislado, sino una de las tantas violaciones a los derechos humanos ocurridas durante una de las empresas bélicas más sangrientas y crueles de la segunda mitad del siglo XX, el caso se distinguió de los demás. Por una parte, la magnitud de esta matanza que afectó a la población civil indefensa es espeluznante, y por otra, a diferencia de tantos otros sucesos atroces, el hecho fue ampliamente documentado con fotografías tomadas en aquel momento y lugar. Además (aunque después de un año de ocurrida), este crimen de lesa humanidad fue investigado y dado a conocer, conmoviendo tanto al público nacional como al internacional.
Sin embargo, es importante señalar que pese a las rotundas evidencias recolectadas durante 1968, solamente el alférez William Calley fue juzgado y encontrado responsable de asesinato; y tan solo después de tres años y medio de arresto domiciliario, fue indultado y liberado por el entonces presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, en plena campaña de reelección. En franca oposición a este contexto de ceguera nacionalista y de atroz promoción del perdón y del olvido frente a un crimen de lesa humanidad, la pintura de Arnold Belkin, La Masacre de Mylai, 1968 (1976), tal y como describe una crítica de la época, “muestra a los soldados estadounidenses que, enarbolando su bandera y blandiendo sus armas fatales, avanzan, incontenibles, hacia un primer plano cubierto con los cuerpos mutilados y sanguinolentos de las víctimas” (Folch, 1976).
https://alternativas.osu.edu/es/issues/autumnspring-9-2018-19/essays6/comisarenco.html
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