lunes, 27 de enero de 2014

¿Se puede vivir tranquilo en un país con semejantes desigualdades? ¿Qué esperanza tiene un mexicano que trabajando 8, 10 o 12 horas diarias no tiene ni para mal alimentar a su familia?


Si alguien quiere entender por qué en México comienzan a aparecer como plagas nuevas guerrillas, que se asome a las últimas estadísticas de salarios reveladas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico  (OCDE)
De los 34 países que integran el informe, el nivel del pago salarial por hora más bajo es el del México. Los países más cercanos son Estonia y Eslovenia, en donde sus trabajadores del mínimo ganan el doble que en nuestro país. Vergonzoso.
Si la cifra mexicana se compara con alguna otra del continente, como la de Chile, empequeñece. Los trabajadores chilenos reciben por hora más de tres veces lo que gana un mexicano.
La penuria es indigna cuando se ve que cruzando el Río Bravo el mínimo es 10 veces por encima del de un mexicano. Y no se diga en Australia, donde es 20 veces mayor.
Se dirá que con el mínimo que gana un mexicano su poder de compra es aceptable. Falso.
Nadie en su sano juicio puede aceptar que una nación en donde se explota en abundancia minería, recursos naturales o petróleo, existan hordas de mal asalariados que apenas ganan para mal comer.
Sobre todo cuando las cifras de la OCDE se cruzan con las del INEGI para concluir que la mitad de los mexicanos más uno, es decir la mayoría, califican a la pobreza.
¿Se puede vivir tranquilo en un país con semejantes desigualdades? ¿Qué esperanza tiene un mexicano que trabajando 8, 10 o 12 horas diarias no tiene ni para mal alimentar a su familia?
Más allá de sus cifras frías, la OCDE debería de producir extrañamientos sobre las naciones en las que cada día son muy pocos los que lo tienen todo y en abundancia, en contraste con los demasiados que tienen demasiado poco o casi nada.
¿Sirve de algo ver tan vulnerables cifras que taladran la conciencia social al lado de la fotografía del hombre más rico del mundo que lucra con el sobregiro de las tarifas telefónicas de las que abusa con su dominancia?
El nivel de frustración nacional alcanza ya la categoría de la intolerancia. Y esa desesperación solo puede ser liberada o por la ruta de una más equilibrada  distribución de la riqueza nacional o por un movimiento disruptivo que obligue a cambiar por la fuerza los privilegios de las élites.
Pero en México gobernantes y empresarios parecen instalados dentro de una burbuja de insensibilidad y apatía, que dudamos puedan detectar la revolución que ya está a la vuelta de la esquina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario