Raúl Salinas de Gortari, quien fue acusado de planear el asesinato de su excuñado José Francisco Ruiz Massieu; quien estuvo preso por lavado de dinero y que durante años no pudo acreditar el origen de su inmensa fortuna, hoy está libre de cargos y goza de la más absoluta impunidad.
Esta semana un juez federal lo exoneró del delito de enriquecimiento injustificable del que fue acusado a mediados de la década de los noventa, después de haber desfilado por diversos puestos importantes de la administración pública federal: fue funcionario de Diconsa, entre otros cargos, y estuvo involucrado en la importación de leche contaminada con radioactividad que fue traída de Nueva Zelanda entrando a México por el puerto de Veracruz.
La leche contaminada se distribuyó entre los pobres y el poderoso funcionario se mantuvo libre de pecado, aun cuando él estuvo directamente implicado en la importación del lácteo.
Después de vivir años de gloria y de esplendor durante el sexenio de Carlos Salinas, Raúl –bien llamado entonces el hermano incómodo –cayó en desgracia. Después del asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio –de cuyo caso también fue sospechoso por las presiones que ejerció en su contra durante la campaña presidencial de 1994 –Raúl Salinas fue encarcelado.
El 28 de febrero de 1995, cuando tomaba café en la residencia de su hermana Adriana, acompañado de su abogado Juan Velázquez, el entonces fiscal del caso Ruiz Massieu, Pablo Chapa Bezanilla ordenó su aprehensión.
Y aquella mañana fue despojado de la residencia. Raúl vestía traje gris. Su rostro lo decía todo: estaba acongojado. La desgracia lo envolvía y lo ponía en su lugar.
De inmediato lo trasladaron al penal que construyó su hermano para los delincuentes de alta peligrosidad: el penal de Almoloya de Juárez (hoy del Altiplano), donde fue refundido.
Se le acusó de todo: de asesinar a su excuñado, con quien tenía rencillas políticas y un pleito personal, muy personal; enriquecimiento ilícito, defraudación fiscal y, finalmente, también se le implicó en la desaparición (y probable muerte, aunque no se haya acreditado todavía) de Manuel Muñoz Rocha, con quien supuestamente Raúl se confabuló para planear el crimen de Ruiz Massieu.
Luego siguieron otros escándalos: Cuando Raúl Salinas ya estaba preso, su esposa, Paulina Castañón, viajó a Suiza y se dirigió a uno de los bancos para retirar algo así como 75 millones de dólares que, según su dicho, su esposo había invertido para luego crear inversiones en México.
Tras el hallazgo, el dinero quedó congelado y en México salieron a flote datos y evidencias de la corrupción del llamado Clan Salinas, pues luego se supo que el dinero había sido sustraído de la partida secreta –que fue investigada por la PGR --, aunque Raúl argumentó que provenía de las aportaciones que le habían realizado varios empresarios poderosos, entre ellos, Carlos Peralta, Roberto González Barrera, Jorge Hank, Adrián Sada, entre otros.
Al conocer las declaraciones de los empresarios, el único que aceptó desde la primera declaración que le había entregado el dinero –50 millones de dólares –fue Carlos Peralta; el resto negó en sus primeras tres declaraciones haber entregado capital a Raúl para un fondo de inversión. No fue sino hasta la quinta declaración que los empresarios terminaron por aceptar que sí le otorgaron el dinero. Nada creíble.
No era todo: Raúl Salinas tenía dos pasaportes: uno como Raúl Salinas y otro como Rolando Rodríguez, mediante los cuales ocultaba su identidad.
Diversas versiones, muchas de ellas contenidas en expedientes de la PGR, lo vincularon con el narcotráfico, en particular con el cártel del Golfo y en especial con el capo Juan García Abrego.
Al paso del tiempo, nada se le pudo probar, como tampoco se le probó que él y la bruja conocida como La Paca armaron el rompecabezas de la osamenta, en la que también estuvo implicado Pablo Chapa, pues ese fue el instrumento para cobrar las recompensas que la PGR ofrecía por recibir información confidencial.
Raúl fue liberado por el crimen de su excuñado, José Francisco Ruiz Massieu, pues nunca se le probó confabulación con Manuel Muñoz Rocha, quien entonces era diputado por Tamaulipas. En realidad este (Manuel Muñoz) siempre fue el eslabón perdido, pues desapareció y hasta la fecha no se sabe de su paradero.
En 1995, después del asesinado de Ruiz Massieu, Muñoz Rocha desapareció. Algunas versiones establecieron que la última vez que se le vio fue en la casa de Raúl. Según la PGR, Muñoz Rocha padecía una enfermedad terminal: estaba enfermo de los riñones y no le quedaba mucho tiempo de vida. En realidad hoy no se sabe si aquello fue cierto o fue parte de los inventos de la institución para apoyar a Raúl Salinas, quien durante varios años fue defendido por un ejército de abogados: Eduardo Luengo, Juan Velázquez –el llamado abogado de los presidentes --; Raúl Cárdenas Rioseco y Nassar Daw, Raúl González, entre otros.
Cómo olvidar aquella conversación entre Raúl y Adriana Salinas (ella tenía la voz soez de una barriobajera) alegando como en un lavadero temas financieros, de la fortuna, de la avaricia, de la ambición y del poder. Fue lo más sucio.
Y luego vino el crimen de Enrique Salinas, sospechoso, que le tocó investigar al entonces procurador del estado de México, Alfonso Navarrete Prida. Enrique Peña Nieto era gobernador del estado de México.
Todo aquel embrollo implicaba a Enrique en un enjuague de dineros sucios. Sin embargo, todo aquello quedó en familia…
El último delito contra de Raúl era el de enriquecimiento ilícito. Pesaba el delito. Ahora, 18 años después de la acusación, Raúl es exonerado.
Es curioso que el último presidente priista –que entregó el poder –Ernesto Zedillo, encarceló a Raúl y el primer presidente priista que retoma el poder tras doce años de panismo, Enrique Peña, le limpia el expediente al más vil de los Salinas: Raúl.
La impunidad reina en México.
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