Pocas experiencias son tan placenteras como caminar descalzo sobre la arena de la playa, escuchando el romper de las olas y el murmullo de la espuma al desaparecer en la arena. Por eso miles de personas aprovechan periodos como la Semana Santa para abarrotar los destinos de mar y, quizá por eso mismo, las autoridades federales, estatales y municipales se esfuerzan por ocultar los reportes de contaminación bacteriológica en esos sitios turísticos.
Su premisa parece ser: ojos que no ven, corazón (y piel, y estómago, y sistema respiratorio) que no siente.
Sólo así se explica que tras años de forcejeo informativo, ahora desaparecieran los expedientes históricos de contaminación en las costas mexicanas que estaban disponibles en los sitios web de la Secretaría de Salud y de la de Medio Ambiente. Esta información es relevante pues permite identificar el historial de riesgo sanitario en las playas mexicanas.
En 2009, por ejemplo, nuestra asociación revisó los registros oficiales de varios años (cuando aún eran públicos) y encontramos más de 200 playas que habían presentado episodios de contaminación bacteriológica que iban desde un nivel básico hasta situaciones de extrema gravedad por contener una excesiva cantidad de enterococos (la bacteria con que se miden los problemas sanitarios en el agua de mar).
Eran 131 playas del Pacífico, con reportes dramáticos en tres playas de Colima, cinco de Jalisco, cuatro de Nayarit, tres de Guerrero, tres de Sonora y dos de Chiapas. En el Golfo de México y el Caribe eran 82 playas contaminadas, con episodios agudos en Veracruz (28 playas), Campeche (una) y Tabasco (una). Es decir, un total de 213 playas, de las cuales 50 habían alcanzado niveles críticos.
Durante una década se han exigido acciones para frenar la contaminación en las costas mexicanas. La petición medular ha sido prohibir la descarga de drenajes al mar, práctica que fue tolerada por décadas y que hoy todavía realizan municipios y hoteles. No es casual que el nombre técnico de la bacteria que indica la contaminación sea enterococcus faecalis.
Desafortunadamente, el gobierno federal ha minimizado esta demanda y las autoridades locales han negado las cifras oficiales. Sólo algunos gobiernos (Nayarit, Veracruz, Jalisco) se han comprometido a sanear ciertas playas, pero los avances han sido ínfimos.
Por ello, para 2011 los reportes oficiales identificaron 99 playas que registraron más de 200 enterococos en 100 mililitros de agua de mar, lo cual según la norma mexicana representa “riesgo sanitario”. Se trataba de 70 playas en el Pacífico, con graves incidentes en Baja California (una playa), Nayarit (cuatro), Jalisco (tres), Michoacán (10), Guerrero (tres) y Chiapas (una).
Entre dichos incidentes destacaron los casos de Malecón III de La Paz (7 mil 914 enterococos), Sayulita (9 mil 776), Rincón de Guayabitos II (24 mil 196), Playa del Cuale (6 mil 867), Caleta de Campos (8 mil 164), Chuquapan (30 mil 176), Playa Nexpa (11 mil 199) y El Faro de Bucerías (19 mil 863).
En el Golfo de México y el Caribe, 29 playas presentaron situaciones de riesgo sanitario, con nueve episodios graves en un sitio de Tamaulipas, en cinco de Veracruz y tres de Campeche, sobresaliendo las casos de Playa Iguana Norte o Tortuga II (4 mil 771 enterococos), Iguana Sur o Pelícano II (3 mil 76), José Martí (6 mil 131), Penacho del Indio (14 mil 136), Regatas (9 mil 804), Manigua I (5 mil 691) y Manigua II (6 mil 885).
Esto significa que el indicador de “riesgo sanitario” alcanzó proporciones alarmantes en 31 playas, casi un tercio de los 99 sitios que infringieron la norma mexicana durante 2011.
En el verano de 2012, se reportó riesgo sanitario en 22 playas del país, con niveles críticos en playa Regatas, de Veracruz, y Guayabitos I, de Nayarit (con más de 20 mil enterococos cada una), y Carabalí, de Acapulco (7 mil 270).
Por todo lo anterior, resulta inadmisible que las secretarías de Salud y de Medio Ambiente eliminaran los registros históricos antes de anunciar en días pasados que prácticamente todos los destinos de mar estaban limpios y listos para recibir a los vacacionistas de Semana Santa.
Es cierto que las mareas dispersan los contaminantes, pero también lo es que la afluencia masiva de turistas incrementa las descargas de drenajes hacia el mar, por ello la obligación del Estado es informar ampliamente cuál ha sido el historial de cada playa, para que los vacacionistas nacionales y extranjeros puedan elegir los destinos de playa más seguros, para evitar enfermedades gastrointestinales o respiratorias.
Es obligación de la Secretaría de Medio Ambiente difundir cada mes los resultados del monitoreo de las 40 playas consideradas “prioritarias”, por haber presentado al menos un incidente de altos niveles de contaminación entre los años 2003 y 2007. A la Secretaría de Salud corresponde reportar la calidad de las demás playas con la misma periodicidad. Sin embargo, ambas dependencias incumplen su obligación.
Peor aún, han permitido que varios gobiernos locales encubran los problemas sanitarios de sus costas. Por ejemplo, en 2011 el gobierno de Veracruz cambió el nombre a cuatro playas con graves problemas de contaminación: Costa de Oro I pasó a ser Gaviota II; Iguana Norte cambió a Tortuga II; Iguana Sur ahora es Pelícano II, y la tristemente célebre Penacho del Indio fue renombrada como Pelícano I. Además, en 2010 suspendió el monitoreo en la playa del Acuario “por obras”; en 2011, dijo que carecía “de interés y uso turístico”, y para 2012 la retiró de la lista de monitoreo de playas, a pesar de haber registrado 159 mil 490 enterococos en el año 2009. Lo mismo hizo con playa Iguana Centro.
El estado de Jalisco hizo lo propio al dejar de monitorear en 2009 las playas de Conchas Chinas y Boca de Tomatlán, a pesar de que ésta última llegó a contener más de 24 mil enterococos.
En Zihuatanejo, Guerrero, la Playa Principal, que presentaba un promedio de cuatro incidentes de riesgo sanitario al año, dejó de ser monitoreada en 2011 por “problemas técnicos”.
Ahora esa práctica de ocultamiento de información parece haber sido institucionalizada, al desaparecer los registros históricos de contaminación en las playas mexicanas.
Si pretendemos ser como los países que han saneado sus destinos de costa y hoy son una potencia turística, deberemos seguir su ejemplo para cumplir con los parámetros internacionales, aplicando acciones firmes y tratando las aguas residuales, no disfrazando la realidad y ocultando la información.
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